Dentro de un mes se cumplirán 53 años de la entrada de los tanques comunistas soviéticos en la ciudad de Praga. Fue la respuesta de Moscú ante los intentos de Alexander Dubcek de adoptar un nuevo programa de acción que abriera paso al pluralismo político con futuras elecciones; a poner fin a la censura y a ampliar la libertad de prensa. Sin tanques pero con pistolas, porras y bates de béisbol, la policía cubana, los boinas negras --paramilitares comunistas-- y brigadas de voluntarios, están sembrando el terror en Cuba como respuesta a las protestas ciudadanas exigiendo alimentos, medicinas y respeto a los derechos humanos.

Y es que como escribió el intelectual y posterior presidente democrático checo, Vaclav Havel, «el comunismo es un sistema totalitario, ya fuera el rostro humano de Dubcek o el gangsterismo del régimen de Pol Pot. El carácter totalitario del sistema entra en conflicto con la tendencia intrínseca de la vida hacia la heterogeneidad, la diversidad, la singularidad y la pluralidad».

A partir de la Primavera de Praga, nunca más fue posible sostener que el comunismo descansa en la voluntad popular. Los tanques, como ahora los bates de béisbol por las calles de La Habana, pueden detener un proceso y reprimir la disidencia, pero en la práctica la victoria por la fuerza es una profunda derrota moral del comunismo, que muestra que su poder solo puede sostenerse por la fuerza, pero nunca por la convicción de los ciudadanos.

El comunismo es el estandarte bajo el que se ha asesinado a decenas de millones de personas y se ha sometido a centenares de millones de individuos. Pero para un joven de menos de 30 años, la Unión Soviética se hundió cuando acababa de nacer y los únicos comunistas con los que se ha cruzado son sus profesores de la universidad.

Para un mayor de 45 años, el socialismo real significa gulags (campos de exterminio); para los jóvenes de menos de 30, significa un tipo de mediana edad, aburrido pero inofensivo, con barba e ínfulas intelectuales. Este comunismo, no deja de ser un izquierdismo carpetovetónico, arrogante y prepotente; algo que tiene mucho que ver con la miseria revolucionaria tercermundista o soviética y que tiene muy poco en común con la socialdemocracia cultivada de tradición europea.

Este izquierdismo populista, siente gran admiración y empatía con asesinos como el Ché Guevara o Fidel Castro, con milicos déspotas como Hugo Chávez o Maduro o tantos tiranos comunistas. Pero tiene muy poca afinidad con humanistas de la izquierda europea como Helmut Schmidt, Willy Brandt, Olof Palme o Bruno Kreisky. Probablemente muchos de la tropa izquierdista que puebla nuestras instituciones no sepan ni a quiénes me refiero.

Ya sé que ni la impericia ni la ineptitud son delitos, pero causa pavor ver las dificultades de los miembros del Gobierno de España para pronunciar la expresión «dictadura comunista». Y también causa rubor e indignación la cobardía del gobierno de la Diputación, de PSOE y Compromís, que hoy en el pleno se negarán a aprobar una declaración institucional en apoyo al pueblo cubano.

Quiero pensar que en la sociedad española rige aún una cierta percepción de la responsabilidad. Y espero que no le pase inadvertida esta grotesca y peligrosa aventura del maridaje entre la inanidad moral y la arrogancia irresponsable, que está exhibiendo el PSOE en todas las instituciones.

Portavoz del PP en la Diputación