La semana pasada escribía en estas mismas páginas sobre la relación entre deporte y política. También sobre las lecciones que se aprenden en cualquiera de esas dos carreras de fondo, nunca de forma. No sabía entonces que un acontecimiento planetario iba a paralizar el verano, eclipsar el final de los Juegos Olímpicos y demostrar, una vez más, que todo en la vida son vasos comunicantes. Nada sucede por casualidad, más bien todo lo contrario, en un mundo en el que la globalización funciona para lo bueno y lo malo.

La semana pasada se anunciaba la marcha de un deportista de fama mundial y se paró el mundo. Cada año, se despiden muchos otros que han vivido en el anonimato y han tenido una vida repleta de éxitos pero no han tenido ese reconocimiento deportivo. Igual, que cada mañana se levantan millones de españoles para trabajar duro y mantener sus negocios abiertos en una pandemia que nos ha puesto prueba mucho más de lo que jamás pensamos. Para mí, esos autónomos son un ejemplo diario se supervivencia y de reconocimiento. Lamentablemente, en este país se llora más la despedida de alguien con la vida resuelta que la dificultad para encontrar trabajo.

No tengo claro si el problema es cultural o educacional, pero la verdad es que es preocupante que tu prioridad sea llenar el Camp Nou de esteladas y pancartas contra España, antes que de gestionar correctamente tus ingresos y tus gastos. Pero claro, hay que echarle la culpa a otro: «Espanya ens roba».

El deporte enseña valores: la solidaridad, la constancia, el sacrificio, el respeto, la disciplina, el trabajo en equipo..., válidos todos ellos para aplicarlos en cualquier ámbito de la vida, una vida que nos aprieta, a veces nos golpea fuertemente y nos hace tambalearnos, pero siempre nos ponemos en pie nuevamente.

Me preocupa que un autónomo viva con la amenaza de los impuestos planeando sobre él, sin margen de maniobra, pero un club pueda tener una deuda de más de mil millones y que aquí no pase nada y que no asuma nadie responsabilidades por dicha ruinosa gestión.

Como sociedad, algo estamos haciendo mal cuando tiene más trascendencia en nuestra vida la salida de Messi (por poner un ejemplo), que la de los miles de jóvenes que cada año tienen que buscarse la vida fuera de España porque aquí no hay expectativas. Como todo en la sociedad, el problema es de educación, por eso la importancia de tener un buen sistema educativo. Formar personas hará que nuestra sociedad sea más talentosa y que podamos discernir los problemas reales de los accidentes temporales.

Al final, igual en la Liga Española como en la sociedad, todos salimos perdiendo. Maquillar el resultado, económico o deportivo, nunca trae buenas consecuencias. Y Pedro Sánchez, calladito y a empezar una liga más. No sea que los próceres de la patria catalana pidan su cabeza y el próximo expulsado sea él. Y es que deporte y política, nunca debieron ser aliados.

Portavoz de Cs en la Diputación y teniente alcaldesa de Benicàssim