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Jose Martí

A FONDO

José Martí

Putin contra Kant

En 2018 unos vándalos actuaron para que el nombre del aeropuerto de Kaliningrado no fuera el del filósofo

Si Kant viviera hoy sería ruso. Su ciudad natal, de la que, según sus biógrafos nunca se ausentó, Könisberg, ahora se llama Kaliningrado y pertenece a la Federación Rusa. En tiempos de Kant, Könisberg fue la capital de la Prusia Oriental, pero en 1945, fue tomada por los soviéticos y renombrada como Kaliningrado. Las autoridades soviéticas expulsaron a las población alemana y la sustituyeron por ciudadanos y ciudadanas rusas procedentes de las regiones más devastadas por la segunda guerra mundial. No hace mucho, en 2018, hubo un intento de bautizar el aeropuerto de aquella región con el nombre del gran filósofo alemán, el hijo más ilustre de la ciudad. El intento se truncó. Mientras se producían las votaciones en un sondeo on line, su estatua, su tumba y su placa conmemorativa fueron atacadas por vándalos que las pintarrajearon y se repartieron octavillas en las que el filósofo era calificado como «enemigo» y «traidor a la patria rusa».

Con ser grave, esto no fue lo peor. En una arenga ante sus soldados, el vicealmirante jefe del Estado Mayor de la flota del Báltico exhortó a sus subordinados a no votar a Kant: «Es una persona que traicionó a su patria, se arrastró para que le dieran una cátedra, escribió unos libros incomprensibles que nadie de los que están aquí ha leído ni leerá nunca» y terminaba pidiendo el voto para el mariscal que liberó la ciudad, alegando que un lugar donde «se vertió la sangre de soldados y oficiales soviéticos no puede llevar el nombre de un extranjero». Pero no termina ahí el disparate, el diputado en la Duma de la región, también se expresó en términos parecidos: «No se puede afirmar que Kant sea un compatriota y bautizar el aeropuerto con su nombre resulta una ofensa para los veteranos de la Gran Guerra Patria». Al parecer, los altos funcionarios enviados desde Moscú se muestran muy reticentes ante la «germanización» de los habitantes locales. Les parece intolerable que, siendo rusos, asimilen las costumbres y la forma de vida alemana y por ende europea, y se impregnen de su historia. En consecuencia, un año antes, 2017, la casa ruso-alemana de Kaliningrado se clausuró por ser declarada «agente extranjero».

Actos intrascendentes que preludian catástrofes civilizatorias

Nunca la anécdota, puede expresar mejor la categoría. Pequeños actos intrascendentes, que juzgamos poco importantes, preludian catástrofes civilizatorias. Los que pintarrajearon su estatua son los que hoy invaden Ucrania. Y los motivos son los mismos que les llevaron a clausurar la casa de amistad ruso-alemana de Könisberg. Tienen miedo a Europa y a sus valores. Tienen miedo a la democracia. La guerra es contra Europa en territorio de Ucrania.

Y, además, la anécdota encierra otra enseñanza. No es Putin, o no es solo Putin. Los liderazgos son importantes y necesitamos poner cara a movimientos socio-políticos, pero no era solo Hitler, sino el nacional socialismo, no era solo Mussolini, sino el fascismo, no era solo Franco sino nacional-catolicismo, trufado de falangismo. A Ucrania la ha invadido Putin, por supuesto, pero la ha invadido sobre todo el nacional-populismo, que por desgracia es mucho más fuerte, potente y hasta peligroso que Putin.

Seguramente alguno de esos libros kantianos a los que se refería el vicealmirante ruso sean complejos y difíciles de entender, pero en cambio Kant tiene un libro de más fácil comprensión y no estaría demás que los soldados rusos, el propio vicealmirante y el mismo Putin le echaran una hojeada. Se llama Sobre la paz perpetua y habla de cómo es posible la paz y de la elaboración de una constitución para lograrla. Habla de que la paz es «algo que debe ser instaurado», que es posible en un estado civil y de que esa paz civil debe abrirse a algún tipo de pacto entre los pueblos, a una Sociedad de naciones, y ese pacto entre los pueblos nos conduce a un derecho público de la humanidad, a un Derecho cosmopolita. Todo un programa para futuras generaciones ya imaginado por Kant y que allí dejó claramente escritas unas sentencias que habrían de retumbar en el corazón de Putin. «La razón práctico moral expresa en nosotros su veto irrevocable: no debe haber guerra». O en otro lugar: «La razón desde las alturas del máximo poder legislador se pronuncia contra la guerra de modo absoluto e impone un deber estricto: la paz entre los hombres». ¡Cómo para no dedicarle un aeropuerto!

Presidente de la Diputación de Castellón

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