PUNTO DE VISTA

La tradición belenística

Henri Bouché

Henri Bouché

La tradición de montar el belén ha empezado, un año más, en nuestra ciudad y provincia. Estamos en la semana del día grande del Nacimiento, el día 25, y los belenistas de aquí recogen materiales diversos para celebrarlo en la intimidad familiar, salvo alguna honrosa excepción pública. Y uno se pregunta cuándo nació tal tradición que hoy sigue vigente en muchos países de confesión cristiana. Pues hela aquí, como dirían los clásicos.

Dice la historia --y no solo la tradición-- que el primer belén viviente lo protagonizó San Francisco de Asís en Grescio en el siglo XII. Pero, en cambio, los adornos navideños y la presencia de figuras que recordaban el Nacimiento empezaron a verse en esa especie de protobelenes que representaban algún personaje alusivo, hecho de madera polícroma, de marfil o de cerámica o barro, residentes en iglesias y conventos, generalmente.

En los hogares

Sin embargo, es en el siglo XVII cuando los belenes encuentran su lugar en los hogares. El barro cocido fue el material más empleado. En el siglo siguiente proliferó la presencia del gusto barroco y los belenes llegaron a la Europa católica.

El belén es el Evangelio traducido al napolitano, se decía, en alusión a la ganada fama de los que se construían en Nápoles. Luego la costumbre se expandió, se crearon, incluso, asociaciones belenísticas y se ampliaron las fronteras geográficas; se enriquecieron los espacios y figuras y las familias van transmitiendo la tradición de generación en generación, a pesar de los tiempos de secularización que corren. En ellos, además, aparecen algunas figuras actuales y populares, aparte de las propiamente evangélicas.

Profesor

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