TRIBUNA
La gran letra
El tamaño siempre nos ha parecido un factor importante. Ocurre con el de la letra. Si algo está escrito más grande será porque es más relevante. Si está más pequeño, dará igual. Con la realidad digital hemos automatizado procesos y uno de los evidentes pasa, sin duda, por aceptar casillas sin detenernos ni un segundo a leer el detalle de lo que implican. Así hasta alcanzar una realidad en la que los dispositivos o aplicaciones que empleamos saben más de nosotros que nuestras propias madres o padres. Más de lo que sabemos de nosotros mismos. Nos llevan años observando, cuando los usamos y cuando no. Y es que ahí reside su negocio: en nuestros datos, concretamente en lo que dice la letra pequeña que harán con ellos. ¿Aceptaríamos, por ejemplo, pagar por emplear nuestra red social favorita si eso implica no cederles información privada? El problema es que esa reflexión va llegando ahora, cuando ya se ha atravesado la línea tras años de vía libre. Pero lo hace cuando cruzamos la siguiente frontera: la de la inteligencia artificial y los planes que sus impulsores maquinan con nuestros datos.
Hasta ahora, esa pequeña gran letra que aceptábamos sin reparos implicaba ceder a buscadores, redes sociales, plataformas de compra o páginas web diversas información tan sensible como nuestros datos privados, historial, ubicación, tipo de dispositivo, fotos, vídeos, conexiones, gustos o intereses. Una información muy útil que estas plataformas ponen a disposición de anunciantes, agencias o terceros confiables que los quieran emplear para ofrecernos publicidad personalizada o contextual, para conocer nuestra experiencia con sus productos o sugerirnos contenido basado en nuestros gustos.
Nuevas reflexiones
Ahora nos enfrentaremos a nuevas reflexiones necesarias: la IA permite un análisis más detallado y rápido de grandes volúmenes de datos, lo que significa que con ellos se pueden extraer patrones, tendencias y correlaciones que antes eran difíciles o imposibles de identificar. Esos datos pueden perpetuar sesgos, en lugar de enfrentarlos. Pueden abrirnos o cerrarnos puertas. Tampoco sabemos bien cómo sus algoritmos toman decisiones, o cuánto tiempo almacenan nuestra información. Y, obviamente, a más datos mejores análisis obtendrán, lo que conducirá a que nos pidan aceptar muchas más letras pequeñas. Vaya, es que el tamaño sí importa; tal vez hemos estado entendiendo mal la frase hasta ahora.
Director y Chief Strategy Officer de Twelfhundred. Profesor de la UJI
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