Opinión | EL TURNO

La bandera que nos une

En muchas ocasiones se suceden debates en torno a nuestra bandera que, tristemente, no es abrazada como propia por parte de la totalidad de la ciudadanía. En esto sí envidio, lo debo confesar, a cientos de países del mundo en los que su bandera es símbolo de unidad nacional, no de confrontación de los unos contra los otros, ni un asunto de debate político. Es un elemento común, que une; de todos. Es la bandera de la etapa democrática surgida y consagrada en la Constitución de 1978: de la libertad, igualdad, justicia, pluralismo político, convivencia y concordia. Que simboliza la reconciliación, el perdón… de las dos Españas, y sobre todo la firme convicción de caminar, construir y convivir juntos. Una bandera, diferente al de cualquier etapa anterior, aunque manteniendo las franjas horizontales roja, amarilla y roja.

Pero… ¿desde cuándo España ha utilizado estos colores? Desde el 28 de mayo de 1785, bajo el reinado de Carlos III, y fue impuesta como bandera nacional en 1843 con Isabel II como reina. La historia de la bandera no surge por un tema político, sino marítimo. En la época de Felipe V y con la dinastía de los Borbones, las banderas de otras naciones europeas como Francia o Gran Bretaña eran muy parecidas y se producían confusiones en el mar en combates. Entonces la marina utilizaba como bandera oficial el fondo blanco propio de los borbones con el escudo de armas en el centro. Por ello Carlos III mandó elaborar una bandera nueva con el objeto de distinguir nuestros barcos a nivel naval. Se escogió la bandera tricolor en rojo y amarillo por su alta visibilidad en el mar. Con su hijo Carlos IV la bandera llegó al ejército de tierra y se popularizó, creando un sentimiento patriótico, en la lucha contra la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia.

División tricolor

Desde entonces, ha ido variando en las diferentes etapas políticas (en lo que respecta al escudo) pero siempre manteniendo la división tricolor rojo, amarillo y rojo… exceptuando la breve etapa de la II República donde se incluyó una franja morada.

Una bandera que lo fue de todos en el pacto de la concordia de 1978 y su posterior desarrollo legislativo. Y ya lo decía Santiago Carrillo: «La bandera no puede ser monopolio de ninguna facción política, y no podíamos abandonarla a los que quieren impedir el paso pacífico a la democracia». Tenía razón. La bandera no puede ser monopolio de nadie, y menos de un color político específico. Como elemento de unidad nacional, y como símbolo de haber logrado entrar en una etapa de convivencia en la que por primera vez en nuestra historia no hubo ni vencedores, ni vencidos.

Alcalde de Nules