Ha costado más de una década, pero las parejas que se conocieron a través de internet ya comparten el origen de su relación sin reparos. Puede que sea por la normalización de la red. Porque la sociedad madura. O porque será cierto eso de que el amor es ciego. Hay que decir las cosas por su nombre, y a nadie se le escapa que internet es el templo de la pornografía asequible y a mano. El cliché amilanaba a los amantes que dieron con su media naranja entre los códigos binarios de un chat. Eso se acabó.

Elia Quiñones es psicóloga y terapeuta de parejas y confirma que los tiempos han cambiado. “Antes estaba mal visto buscar pareja por internet. Se atribuía a la persona que recurría a la red una deficiencia. Eso está superado”. El problema ahora es que eso que conocemos como vida real quizás tenga más de virtual que de auténtica. Comparte esta especialista un punto de vista inquietante, de cómo internet convierte “a los sujetos en objetos” en el momento en el que se generan “simples catálogos” de mujeres y hombres. Con los vetustos chats de principios de siglo había mucho más tiempo para conocerse, para fantasear. “Ahora las relaciones son mayores en número pero menores en profundidad”, añade.

La mayoría de las aplicaciones y páginas de contactos funcionan a base de filtros. Es la manera de que una media naranja no se encuentre con un medio limón, afirma Sara Grana, brand manager de eDarling en España, que en los dos últimos años ha doblado los ingresos. Ese efecto escaparate, es un reflejo más, dice Quiñones, de la “sociedad del hiperconsumo” en la que vivimos. Eso va en sentido contrario a la paciencia, al cortejo, a la siembra del amor.

Con las facilidades tecnológicas, el ser humano se ha vuelto menos tolerante a las esperas.

“Los estudios demuestran que disponer de más opciones no implica ser más feliz, sino que se incrementa la duda y nos hace más intolerables a la renuncia”. “Podemos acceder a todo, y en el todo nos perdemos”. H