En los 80 triunfó en España una campaña de prevención del sida con el eslogan póntelo, pónselo. Se instruyó a la población, jóvenes incluidos, sobre cómo colocar bien el preservativo para evitar la transmisión del virus VIH. Pasados 40 años de aquello, sería necesario algo similar para otro tipo de profilaxis, la que nos proporcionan las mascarillas contra el coronavirus.

«Hacen falta campañas intensivas de educación sobre ajuste, incluidos los centros de trabajo», dice José Luis Jiménez, profesor de Química de la Universidad de Colorado (Boulder, EE UU) y uno de los mayores expertos mundiales en aerosoles. «Si no ajusta bien, da igual que la mascarilla sea FFP2», recuerda el científico español, que lleva un año trabajando con especialistas mundiales en transmisión de enfermedades. Y aporta un dato demoledor: un hueco de solo el 2% del área de la mascarilla deja pasar el 50% del aire sin filtrar.

Uno de los errores más frecuentes -se ve mucho, sobre todo con las mascarillas quirúrgicas e higiénicas, de color azul claro- es poner las gomas en forma de X. De esta forma se abren huecos laterales por los que se escapa el aire. Y aunque parezcan agujeros pequeños, por ahí se fuga la mitad o más del aire expirado. Y también pueden entrar aerosoles infecciosos que nos contagien. Un experimento de la Universidad Técnica de Delft (Países Bajos) ha demostrado la peligrosidad de estos huecos. Los aerosoles -visualizados en el vídeo como humo- fluyen hacia atrás, por lo que hay que evitar ponerse detrás de una persona que muestre estos huecos laterales en su mascarilla.

Un estudio en Singapur envió mascarillas N95 e instrucciones a 2.500 hogares. Solo el 13% las llevaban bien puestas. Y es que una mascarilla no es un parapeto ni tampoco un paraguas facial. Si el covid-19 se transmitiese solo por gotas-proyectiles, el ajuste no sería importante. Pero se contagia por el aire, por aerosoles que son como el humo, como por fin reconoció la semana pasada la OMS a través de su directiva Maria Van Kerkhove.

¿Cómo saber que llevamos la mascarilla bien ajustada? Una vez puesta, con el hierro nasal apretado, sople con fuerza. Si tiene que pestañear, sale demasiado aire y el ajuste es deficiente.

Las mascarillas FFP2 (estándar KN95 en China y N95 en EE UU) filtran muy bien. También lo hacen las quirúrgicas, pero estas suelen ajustar peor. Para que una FFP2 reciba homologación debe someterse a pruebas técnicas que certifiquen que se ciñen bien a la cara de un adulto. No existen esos experimentos para los niños, por lo que una FFP2 infantil, por definición, no está homologada, como confirmó el Ministerio de Comercio.

El ingeniero y profesor de Química José Luis Jiménez recuerda que las mascarillas «son imperfectas, reducen contagios, pero no los suprimen. Es una de muchas capas de protección necesarias». Para él, las FFP2 tienen un problema: «El material se escoge para filtrar bien y se le pide también que ajuste bien. Y eso es difícil». Por ello recomienda «ajustarse el hierro de la nariz muy bien para que selle de verdad», y también afeitarse, porque «es imposible que sellen bien si se llevan con barba».

Sobre las mascarillas de tela, señala que las hay de tres capas que filtran muy bien y permiten un buen ajuste. ¿Y ponerse dos mascarillas, como ha recomendado el virólogo estadounidense Anthony Fauci, asesor del presidente Biden? Jiménez cree que puede ser útil, «sobre todo si ponemos una de tela grande que ajuste bien sobre una quirúrgica, que filtra bien y ajusta mal», pero hay que asegurar el ajuste y evitar fugas de aire, algo peligroso sobre todo en interiores.

En definitiva, si llevamos la mascarilla correctamente ajustada debe contraerse contra nuestra cara cuando inspiramos. El oxígeno que llega a nuestros pulmones será el mismo. Hablar produce 10 veces más emisiones de aerosoles respiratorios que respirar, y cantar -a un volumen alto- o gritar puede producir unas 50 veces más.