La imagen de un Villarreal corriendo detrás del balón que se vivió durante muchos minutos en el Reyno de Navarra escenificaba que en Pamplona se presentaron once extraños vestidos de amarillo. El Villarreal de ayer no demostró ser el equipo que agolpa talento, inspiración, imaginación y calidad a toneladas. En varias fases del partido se le vio insípido, diferente e incapaz ante un rival más enchufado. Aún así, perdonó un sinfín de ocasiones ante la meta de Ricardo y fue el merecedor de la victoria, prueba inequívoca de que este equipo es capaz de ganar pese a no jugar tan bien como acostumbra.

El Submarino sufrió una pequeña crisis de personalidad y un ataque de ansiedad en su debut liguero. A los amarillos les costó aguantar el balón, se precipitaron y cometieron errores en el pase, sobre todo en la primera parte. Osasuna, por su parte, impuso su fuerza y su garra para atenuar la mayor calidad técnica del Villarreal. Y eso que Valverde introdujo la variante física de Eguren en la medular, quien entró en el once por Ibagaza, con la intención de equilibrar la mayor envergadura del equipo rival en la parcela ancha. Era una vuelta a la pareja ideal de Pellegrini integrada por Marcos Senna y el internacional uruguayo. No fue la única sorpresa que depararía la formación titular, puesto que la presencia de Kiko en lugar de Fuentes constituía la otra gran novedad.

MUCHAS IMPRECISIONES Al conjunto de Valverde le costaba demasiado hilvanar tres pases seguidos, mientras que Osasuna no dejaba pensar y movía el balón con criterio. La asfixiante presión a la que se vieron sometidos los amarillos surtió efecto. Si el fútbol creativo no funcionaba, no menos inquietante era la inseguridad que mostraba la zaga, partida por el centro por Kiko, quien cometió excesivos errores ayer. Aranda, principalmente, y Pandiani pusieron en evidencia el entramado de contención.