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PASIÓN

Un tesoro de 2.426 etiquetas con raíces en Vila-real

Rafael Llop empezó su colección hace más de una década y conserva con esmero este legado citrícola. Algunos de los diseños los logra mediante contactos internacionales

Rafael conserva en 50 álbumes las etiquetas que ha conseguido durante algo más de una década. BELLIDO

Rafael Llop conoce desde pequeño el mundo de la naranja. Su padre, Santiago Llop Pesudo, era comerciante por lo que las etiquetas de cítricos no le eran ajenas y vivía en Vila-real, donde el trasiego del comercio citrícola era habitual hace unas décadas. «Entonces me llamaban la atención, pero no les daba más importancia», indica Rafael. Años después, hace algo más de una década, lo que siendo un niño era algo cotidiano se convirtió en un interés real por los antiguos distintivos de naranjas. Un interés tan real que a día de hoy atesora, ni más ni menos, que 2.426 etiquetas, todas a excepción de unas 80, del mundo citrícola, principalmente de empresas de localidades castellonenses, pero también de otros pueblos valencianos o incluso Murcia. 

Las conserva plastificadas y clasificadas en 50 álbumes para evitar su deterioro, ya que algunas, señala, están oxidadas o tienen varias partes dañadas si antes no las tuvieron bien almacenadas.

Reunir una cantidad tan elevada, explica este coleccionista, es «delicado». En portales de internet puede que haya 200 o 300 modelos, pero hasta superar las 2.000 han sido fundamentales sus múltiples contactos, algunos internacionales de países como Alemania, Holanda o Estados Unidos. La búsqueda, asegura, continúa para poder dar con alguna que no tenga en su haber, aunque no sea fácil.

Colección con historia  

La parte del diseño, narra Llop, era una cuestión peculiar. Sí era habitual que apareciera qué imprenta había sido la encargada, pero no solían constar el año o el autor. «No está muy claro por qué se ocultaba el nombre, pero puede que fuera porque se consideraba un arte menor o porque quienes las hacían tenían otro trabajo y se dedicaban a dibujar por las noches. Hay auténticas maravillas», relata. «Las etiquetas empezaron durante la primera guerra mundial. Primero se hacían usando una lata a la que se ponía tinta. Luego vinieron una etiquetas metálicas que fracasaron, hasta que aparecieron las litografías y fue un boom, entre 1920 y 1970, aproximadamente, sobre todo en la década de los 50. Luego llegaron las mallas, los grandes comercios... y el dibujo artístico desapareció», puntualiza Rafael. 

Tiene especial estima por una de su padre, pero también destaca otra de los almacenes Cabrera que reúne en un diseño otros seis o siete de la firma. Quienes estén interesados en ver este tesoro pueden acceder a su página web: etiquetasdenaranjas.blogspot.com y una pequeña muestra, copias de las de Rafael, integran una creación artística ubicada en la entrada del Espai Jove de Vila-real. 

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