Estados Unidos es la indiscutible superpotencia militar del planeta. Gasta en Defensa tres veces más que China y siete veces más que Rusia. Su presupuesto, unos 600.000 millones de dólares anuales (570.000 millones de euros), supera al gasto combinado de los siete países que le siguen en la lista, según el Stockholm International Peace Research Institute. Pero ese músculo militar es insuficiente a ojos de Donald Trump. Su Administración ha anunciado que pedirá al Congreso una partida adicional de 54.000 millones de dólares en Defensa, lo que supondría un aumento del 9% en los fondos destinados al Pentágono. «Ya es hora de que EEUU vuelva a ganar guerras», dijo ayer el presidente.

Esas cifras salen del borrador presupuestario que maneja la Casa Blanca y que debería presentarse a mediados de marzo. «Este será un presupuesto de seguridad pública y seguridad nacional», dijo Trump tras reunirse con los gobernadores estatales. «Incluirá un incremento histórico en Defensa para reconstruir el menguante Ejército de EEUU en el momento en que más lo necesitamos». Esa fue una de las promesas más repetidas de su campaña, en la que el magnate abrazó la estrategia de Reagan, «paz a través de la fuerza», un concepto que implica expandir de forma masiva las capacidades y el arsenal del Pentágono para que sirva de disuasión de los adversarios.

Entre otras cosas, Trump declaró que pretende modernizar el arsenal nuclear de su país, una empresa que puso en marcha Barack Obama, y mostró su escepticismo sobre tratados de reducción de armas atómicas como el New Start, firmado con Rusia poco antes del final de la guerra fría. Pero sus intenciones van mucho más allá. «Vamos a mejorar sustancialmente todo nuestro Ejército, todas nuestras capacidades ofensivas y defensivas. Será más grande, mejor y más fuerte que nunca», dijo el pasado viernes ante la Conferencia de Acción Política Conservadora. «Espero que no tengamos que utilizarlo, pero nadie se va a meter con nosotros».

Sus planes en política exterior siguen siendo difusos. Por un lado, ha renegado del intervencionismo y las ínfulas imperiales que marcaron la era Bush. No quiere que Washington ejerza de gendarme mundial y, en consonancia con la política de Obama y con su eslogan América, primero ha prometido que no dedicará recursos a apuntalar estados fallidos o a hacer construcción nacional en el extranjero. Pero al mismo tiempo pretende «erradicar» al llamado Estado Islámico, una empresa que exigiría una implicación militar muy superior a la actual y que podría dar pie a que su país vuelva a enfangarse en Oriente Próximo.

«Nosotros ya no ganamos nunca y no luchamos para ganar», dijo Trump ayer tras criticar los billones de dólares gastados en las guerras de Oriente Próximo de las dos últimas décadas. A partir de ahora, el planteamiento será otro, según sus palabras: Washington luchará para ganar o no combatirá. «Vamos a empezar a ganar guerras otra vez».

REGALO A LA INDUSTRIA BÉLICA / La Admnistración de Trump pretende reducir el presupuesto de otros organismos federales, desde el Departamento de Estado, encargado de gestionar la diplomacia, a la protección del medioambiente. La cooperación internacional se verá afectada, según funcionarios de la Casa Blanca, aunque a ella se dedica menos del 1% del presupuesto federal.

Todo indica que Trump cumplirá su promesa de dejar intactas las pensiones y la sanidad pública para los jubilados. Esas partidas consumen el grueso del presupuesto federal, pero se comprometió a mantenerlas.