¿Qué ocurriría si la gran cantidad de agua que estos días acaba en el Mediterráneo procedente de las crecidas del Ebro fuera a parar a Castellón? La respuesta es evidente --el suministro estaría plenamente garantizado-- pero la solución no es fácil.

Eso sí, la cifra es elocuente, y ayuda a entender la magnitud del problema que tiene la provincia. En estos días de inundaciones en varias zonas del norte de España, el Ebro ha alcanzado un caudal máximo en su último tramo, en el sur de Cataluña, de 2.000 metros cúbicos por segundo (hm3/s). Una cantidad de agua que acaba en el mar sin aprovechamiento humano --aunque sí ecológico, según los expertos-- y cuyo valor se entiende mejor con otro dato: la ciudad de Castellón utiliza al año 15 hectómetros cúbicos de agua. O lo que es lo mismo, si se lograra retener parte de ese caudal, en apenas unos días el suministro de la capital de la Plana estaría garantizado durante años.

Mientras, en la provincia existen zonas, especialmente en las comarcas del norte, que arrastran una importante sequía que incluso ha llevado a tener que llevar agua en cubas a varios municipios dels Ports y el Maestrat.

La presidenta de la Confederación Hidrográfica del Júcar, María Ángeles Ureña, calificó la situación que vive el norte de Castellón de «crítica» hace un mes, y la realidad apenas ha cambiado, pues las últimas lluvias no han sido significativas. En este sentido, los alcaldes hace tiempo que exigen soluciones al déficit hídrico.

Y la única que se ha puesto sobre la mesa, es decir, las obras que deberían garantizar un caudal de 10 hm3 a los municipios del entorno del Bergantes en compensación por su aportación al Ebro, ni está ni se la espera por ahora. Pese a que el agua está reservada en el Plan Hidrológico Nacional desde que en 2014 así lo acordaran la Diputación de Castellón y la Confederación Hidrográfica del Ebro, la inversión de 22 millones, que depende del Ministerio de Medio Ambiente, no ha llegado.

MÁS DIFICULTADES Las dificultades hídricas en Castellón no terminan aquí, pues localidades como la Vall d’Uixó arrastran problemas tanto de cantidad como de calidad del agua que afectan a la agricultura. Y, pese a que en la Plana los acuíferos y el Millars garantizan el suministro a corto plazo, el Plan de Cuenca advierte de aprovechamientos «no sostenibles» si aumenta la demanda.

El uso del agua que acaba en el mar es un debate complejo que en Castellón también se pone de manifiesto tras las gotas frías. El presidente del Sindicato Central de Riegos del Millars, Enrique Font, pide «más infraestructuras que aumenten la capacidad de embalse», máxime si con el cambio climático hay más episodios de precipitaciones torrenciales.

También el catedrático de Hidroecología de la UJI, Ignacio Morell, propone utilizar las crecidas, por ejemplo del río Belcaire, «para recargar acuíferos». Eso sí, respecto al agua estos días va al mar procedente del Ebro matizó que «no se pierde, sino que cumple una función ecológica».