Cuando uno trata de hacerse una idea cabal sobre el Mundial que se celebró en Inglaterra en 1966 suele topar con una llamativa disparidad de juicios: los aficionados ingleses sostienen que fue una competición espléndida; los del resto del mundo consideran que fue una calamidad.

La dureza extrema empleada por selecciones como Argentina, Uruguay, Bulgaria o la propia Inglaterra (con el desdentado Nobby Stiles como repartidor oficial), alimentada por la permisividad arbitral, propició un fútbol tosco y marrullero y convirtió los partidos en un carrusel de patadas, empujones, tanganas, insultos y amenazas en el que sucumbieron artistas como Pelé y Eusébio, que volvieron a casa sin la copa y con las pantorrillas llenas de cardenales.

A la final, disputada en Wembley el 30 de julio, llegaron ingleses y alemanes. Tras un intenso tira y afloja, el tiempo reglamentario concluyó con empate a 2, de modo que hubo que ir a la prórroga. Habían transcurrido 11 minutos del tiempo extra cuando el joven Geoff Hurst recogió un centro de Alan Ball, se giró y superó al portero alemán Hans Tilkowski con un disparo que se estrelló en la parte inferior del larguero. El balón botó sobre la línea y fue despejado por el líbero Wolfgang Weber. Indeciso, el árbitro suizo Gottfried Dienst consultó con el juez de línea Tofiq Bahramov, de la URSS, y este, sin asomo de duda, movió la cabeza en señal de afirmación. Gol. El gol fantasma más célebre de la historia de los mundiales.

LA LEYENDA DE STALINGRADO

Circula una maravillosa leyenda apócrifa que asegura que cuando Bahramov estaba en su lecho de muerte y alguien le preguntó por qué había dado validez al gol de Hurst, él se limitó a responder: "Stalingrado".

DESGRACIADAMENTE, LA HISTORIA NO ES CIERTA

En sus memorias, el árbitro nacido en Azerbayán que ha pasado a la historia del fútbol como "el linier ruso" defiende que la decisión fue correcta y que el balón traspasó la línea de gol, aunque no en el momento de botar en el suelo sino al tocar la parte superior de la portería, y añade que el movimiento de la red así lo demuestra (pueden insertar un emoticono de perplejidad). En cualquier caso, la polémica no afectó demasiado a la carrera de Bahramov, que siguió arbitrando al nivel más alto y acabó ocupando el cargo de secretario general de la federación azerí. En reconocimiento a su contribución al desarrollo del fútbol en su país, el estadio nacional de Bakú lleva su nombre.

Claro que Azerbayán no es el único país en el que Tofiq Baharamov goza de estatus de héroe nacional. Los aficionados ingleses lo veneran y aún hoy utilizan la expresión "¿dónde está el linier ruso cuando lo necesitas?" cada vez que precisan un ayudita arbitral para sacar adelante un partido. Cuando en el 2006 Azerbayán e Inglaterra jugaron en Bakú un partido de clasificación para la Copa del Mundo, un nutrido grupo de 'supporters' lucieron camisetas con la leyenda 'Bahramov 66' y depositaron flores a los pies de la estatua del juez de línea que hay a la puerta del estadio.

Geoff Hurst y Hans Tilkowski asistieron como invitados a ese encuentro y participaron en un acto de homenaje a Bahramov. El exguardameta alemán incluso se animó a pronunciar unas palabras. "Seamos claros -dijo-. La pelota no entró".