La Comunitat Valenciana ha vivido una catarsis digna de un estudio sociológico para una universidad americana. Ahora prácticamente solo nos queda el sol y en algunas ocasiones pienso que también está hipotecado. Hemos pasado de la exaltación de la riqueza más grandilocuente a ser una comunidad que se ha quedado sin varias de sus señas de identidad, fagocitadas por el despilfarro y la mala gestión. Se marcharon por el desagüe nuestros principales referentes financieros, arruinados por el farandulismo de personajes que abandonaron la vida pública sin responsabilidad alguna, los mismos que tejieron una faraónica radiotelevisión valenciana y le construyeron la tumba para que tuviera que ser enterrada, siendo Valencia la única autonomía sin televisión autóctona. Nos quedamos sin Fórmula 1, sin torneos de golf o despedimos para siempre la parafernalia de la Copa América.

Esta semana hemos estado a punto de perder el Open 500 de tenis de Valencia. Ha faltado el canto de un duro. En Castellón, condenados por el centralismo de la capital, poco hemos perdido, porque nunca tuvimos nada, solo migajas. Hasta que apareció el Villarreal y se dedicó a plantar cara al todopoderoso Valencia, equipo señera durante décadas de la Comunitat.

Y si faltaba algo para coger las puertas, también se largó la propiedad del Valencia CF con destino a Singapur. Y parece que, encima, todo el mundo se siente feliz porque Peter Lim haya desembarcado al estilo Mister Marshall en Mestalla. El tiempo siempre te da una respuesta aunque no le preguntes.

El domingo, El Madrigal vivirá el auténtico derbi de rivalidad de la Comunitat, aunque en estos momentos el Valencia ha perdido buena parte de su pedigrí autóctono. A nadie se le escapa el gran potencial y la historia del equipo de Mestalla. Siempre he dicho que con una buena gestión, ahora estaría peleando con Madrid y Barça de tú a tú. Pero claro, como también ha sido víctima de la misma fiebre del derroche y la locura de la megalomanía que en su momento movió a los gobernantes (¿?) de la Comunitat, el Valencia entró en la bancarrota con una deuda insostenible y dos estadios en nómina. Cualquier otro club valenciano hubiera desaparecido en las mismas condiciones. Al CD Castellón le dejaron caer sin piedad por una miseria. Nadie le rescató.

El Villarreal volverá a competir contra el Valencia con las armas de la sostenibilidad económica y con un equipo de gente muy joven que en un 50% han salido de sus categorías inferiores y las expectativas son que ese porcentaje crezca en un futuro.

El Valencia funcionará con otro modelo distinto, regentado por un empresario de Singapur y el más poderoso agente de futbolistas. Por millones, el Valencia es favorito. Pero el Villarreal tiene a su favor la juventud y un equipo de futbolistas identificados con un modelo.

Aquello de la Germanor pasó a la historia desde esa tarde de mayo del 2012 en la que Mestalla despidió al Villarreal con gritos de A Segunda, a segunda. El domingo se prepara en El Madrigal un recibimiento al Submarino como en las grandes noches europeas. El Villarreal es de los pocos referentes genuinos que le quedan a la Comunitat. El Valencia no lo tendrá fácil en un Madrigal que estará volcado con los suyos. El tiempo dará respuestas, pero entre el dinero de Singapur y la gestión de Miralcamp me quedó con Bruno, Mario, Moi, Trigueros… Lo tengo claro. Endavant. H