Queridos diocesanos:

El Año Santo de la Misericordia va tocando a su fin. El Papa Francisco cerrará la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro en el Vaticano el día 20 de este mes, Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo; y así quedará clausurado el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. En este momento recordamos al Papa con afecto y reconocimiento por este gran don para la Iglesia y para el mundo que ha supuesto este Año Santo.

Nuestra Iglesia diocesana lo ha vivido de manera muy intensa. Aún están vivas en nuestra memoria y en nuestro corazón las hermosas celebraciones del Jubileo en la Catedral de Segorbe por zonas, la de los sacerdotes en la Misa Crismal, o la de los catequistas y profesores de religión; también recordamos con alegría la multitudinaria celebración del Jubileo de los niños en el Seminario Mater Dei, o la más íntima de los enfermos y mayores en la Basílica de Lledó, y, de modo especial, las celebraciones en las cárceles de Castellón y Albocasser, por citar sólo algunas de las muchas celebraciones en nuestra Diócesis. No menos intensas han sido las celebraciones más locales del Jubileo en la Basílica de El Salvador de Burriana, en Sta. Isabel y en San Jaime en Villarreal, en San Juan de Peñagolosa con motivo de la peregrinación de Culla.

Este Año Santo ha sido un tiempo de gracia; nos ha ofrecido una oportunidad para una sincera y autentica conversión a Dios, a Jesucristo y a los hermanos, para la renovación de nuestra fe y vida cristianas. Este era el deseo del Papa para este Jubileo: que fuera un «tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes» (MV 3) en un momento en que cristianos y comunidades estamos llamados a ser discípulos misioneros. Y la misericordia de Dios es el camino para salir con nuevo ardor a la misión nueva de anunciar a Jesucristo. H

*Obispo de Segorbe-Castellón