el Castell Vell vuelve a ser noticia porque su restauración entra en una cuarta fase, que poco a poco permitirá a los castellonenses conocer en su totalidad la antigua fortificación islámica que se construye sobra antiguos asentamientos romanos e ibéricos.

Respecto de la ocupación del paraje castellonense por los musulmanes, siguiendo a los arabistas Torró y Barceló, reseña el documentado arqueólogo Sergi Selma, que los comentarios de los geógrafos Al Razí y Al Udhri, en los siglos X y XI, dejan entrever una organización fuertemente influenciada por los castillos fortificados (‘husun’) y un escaso desarrollo de las ciudades (‘medinas’). En este sentido, la ocupación del Castell de la Magdalena de antigua ocupación desde tiempos de los iberos y posteriormente por los hispanorromanos, habría que fecharla en torno al siglo X, es decir, en tiempos del califato de Córdoba, que es cuando la administración jurisdiccional en esta zona, empieza a tomar cuerpo.

No se puede hablar de núcleos urbanos, sino de aldeas amuralladas que tienen a su cargo un área agropecuaria. Las que aparecen en los textos del momento son Almenara, Burriana, Xivert, Jérica, Onda, Morella y pocas más.

Se supone que en Castellón, el viejo recinto romano del Castell Vell acogió un grupo militar islámico que debió tener una cierta autoridad administrativa sobre la zona, además de su misión defensiva y de salvaguarda de las gentes del llano. Esta fortificación estaba integrada en la línea de defensa costera, de la que también era componente el más reconocido fortín benicense de Montornés, único castro de la zona citado en textos escritos.

El Castell Vell, presenta una estructura adaptada a las irregularidades de la montaña y ofrece tres áreas antiguas de fortificación, siendo la primera datable en el siglo X, la segunda, más amplia del siglo XI y la tercera de los siglos XII y XIII. La islamización del lugar acabó con la construcción romana de la que, para la posterioridad, sólo quedaron restos de ajuar doméstico en la zona más vetusta y más prominente en altura. Del mismo tipo fueron los hallados a lo largo de las diversas excavaciones realizadas en el lugar desde 1885, lo que constata un hábitat continuado de todo el periodo musulmán hasta la Reconquista.

En el primer recinto o alcazaba (‘sobirà’) de forma poligonal quedan pequeños restos de un almacén y una cisterna, así como de varias torres cilíndricas: la que algunos han considerase del homenaje (aunque ulteriores excavaciones parece que evidencias la presencia de otras torres paralelas, con un propósito semblante a las del castillo de Onda); la poliédrico-cúbica de Tramontana, adosada a la muralla; la del noreste, que conserva parte de sus muros con saeteras; las bases de las del sureste y suroeste, así como la impugnable barbacana que aseguraba la entrada al recinto del noreoeste. Las excavaciones recientes en la cuna de Castellón no han permitido tampoco verificar las almenas o matacanes, que la épica fantasía de algunos historiadores han querido entrever, evaluando las particularidades de las ruinas en las que tan solo se evidencia el tapial.

UNA ZONA DE HÁBITAT // En el segundo recinto (‘jussa’), de dimensiones mayores, estaba el ‘albacar’ o amplio patio de armas, donde también se ubicaban las caballerizas y que llegó a ser ocupado como zona de hábitat a principios del siglo XIII, según documentan las exploraciones. Su torre es el actual campanario de la ermita de la Magdalena que, originariamente, era el gran aljibe de la fortaleza. No era el único depósito. Existían otros siete, que han podido datarse con anterioridad al siglo XII. Asimismo llegaba agua al castillo a través de una canalización procedente del manantial hoy conocido como la Font de la Salut.

La muralla mejor conservada del conjunto cerraba el plano por el oeste. En el tercer recinto, que bordea ampliamente el segundo por los sectores Oeste y Sur, aparece una torre cuadrangular en la cara noroeste. Es una zona que las excavaciones permiten suponer bastante poblada, lo cual podría dar pie a suponer una «villa vieja» en su ámbito. La construcción es de tapial, cimentada con piedra. Las paredes son de mampostería, en una referencia de las genuinas construcciones arábigas. Se obraba por el sistema de encofrado con tierra, arena, piedras y cal para ‘calicostrar’, tal y como hoy se están restaurando los muros del tercer recinto y la torre del noroeste. Un camino de ronda, en la actualidad exhumado y reconstruido en gran parte tras las actuaciones, permitía recorrer la longitud de la muralla, vinculando las torres.

CERÁMICA Y ORFEBRERÍA // Las prospecciones han ofrecido interesantes restos cerámicos de clara ascendencia musulmana: ajuar doméstico con agujas, flautas y hasta un molde de piedra para fabricar una elegante pulsera de orfebrería, algunos de fabricación genuinamente local. Ello indicaba que los habitantes del Castell Vell, tenían un digno nivel de vida y contaban con una diversificación manufacturera muy significativa, hecho que, asimismo, podríamos trasladar a una buena parte de los habitantes de las alquerías del llano. El poblamiento de este terreno siguió el mismo modelo disperso del periodo romano, con núcleos agrarios agrupados en sencillas viviendas monofamiliares de tapial y mampuesto, conocidas como alquerías y «rahales»; estas últimas con una edificación mayor que las primeras, cierta fortificación defensiva y un término agrario más espacioso, en ocasiones parcelado y arrendado. El componente de tribalización de las distintas agrupaciones vecinales se antoja evidente y los numerosos topónimos del área prefijados, como «beni», oportunamente lo significan.

Los pobladores eran libres y dueños de sus propias tierras y el encargado de regir administrativamente el área era un alfaquí. El derecho islámico se basa en la Suna (que quiere decir comportamiento tradicional), una recopilación de frases, pautas de conducta y otras enseñanzas del profeta. El Corán y la Suna constituyen la ley islámica o Xara, palabra que significa camino y constituye la norma que se debe seguir para conseguir la salvación. Ese mismo derecho, como señala con precisión el profesor Vicent García Edo, no es otra cosa sino un código legislativo extenso, de trescientos sesenta y seis artículos que regulaban la vida cotidiana de los habitantes de las comunidades o aljamas musulmanas de Sharq Al Andalus (taifa de Valencia) y, en general, las de cualquier otro lugar, porque el derecho islámico es universal. La mayor parte de su contenido, sin embargo, está dedicado al régimen económico matrimonial, el derecho de sucesiones, y los delitos y las penas.

EL ‘LLIBRE DEL REPARTIMENT’ // Los nombres que figuran en el ‘Llibre del Repartiment del Regne de València’ (en el que se anotaron los pobladores y su lugar de asentamiento en tiempos inmediatos a la creación de la villa de Castellón) hablan bien a las claras de su genealogía arábiga: Fadrell, Almalafa, Benirabe, Benihayrén, Benicatol, Binamargo, Benimarhua, Binahut, Binaciet y Taxida. De la raigambre de su poblamiento y actividad, es prueba que sus nombres se conservaron siglos, llegando vivos a la actualidad en algunas de las demarcaciones del término municipal. La conservación de la toponimia nos indica que el histórico Caminàs, en torno al que se ubican estas partidas, hoy como ayer, era el eje principal de comunicación de toda el área. H