Mediterráneo sigue recopilando los testimonios de gente vinculada a la guerra en Ucrania, y en los que manifiestan el temor a que les ocurra algo negativo a sus familiares. Destacan la preocupación por la escalada bélica, y lamentan la falta de medidas de las potencias occidentales para detener esta agresión.

IRINA YAROSH: «Mis familiares residen cerca de un aeropuerto que van a bombardear».

Desolación. Este es el sentimiento que envuelve a Irina Yarosh desde que comenzó el ataque de Rusia contra su país de nacimiento. Hace años que reside en Vinaròs, y está casada con un vecino de esta localidad, pero en estos días está más unida que nunca a los familiares que residen en este punto caliente del planeta. «Allí tengo a mi madre y a mi hermana, que es enfermera, y luego a mi cuñado y mi sobrino», detalla. Por el momento no han tenido que pasar por el trago de ver las bombas caer delante de sus ojos. «Los ataques más cercanos aún están a más de 200 kilómetros», dice, pero sus allegados «viven en Leópolis, a diez minutos de un aeropuerto, y como ya hemos comprobado, sabemos que en cualquier momento lo van a bombardear».

Irina (en la derecha), con su amiga Vita Shvets. Mediterráneo

Sus sentimientos no solo se basan en la desolación, sino también en la «decepción con la actitud de la Unión Europea y los Estados Unidos», al no disponer de ayuda militar de potencias que pudieran ponerse al nivel de Rusia. «Teníamos esperanza en Europa, pero qué ayuda van a aportar si no hay aeropuertos», comenta. Cree que las medidas económicas no evitarán una invasión total del país. «Como pasó con Crimea», relata. Hace años era guía turística en Castellón para grupos de viajeros rusos, y la relación con ellos era correcta, aunque hace años que no vienen.

También explica que en Vinaròs tenía una relación cordial con rusos, hasta que las actuales tensiones han hecho tomar distancias entre unos y otros. «Sigo teniendo aprecio por estas personas, pero veo sus comentarios en redes sociales y me disgustan sus puntos de vista», lamenta Irina.

MIKOLA IVANOV: "Me planteo regresar a Ucrania y poder ayudar así a mi pueblo"

Este ingeniero eléctrico llegó en el año 2000 a Castellón, pero no ha dejado de tener contacto con su familia, que vive en Ucrania. «Estamos hablando de mis padres y familiares de mi mujer», detalla. Explica que en su lugar de origen no hay líneas de metro en las que refugiarse de los bombardeos, como en la capital Kiev, «pero hay refugios construidos desde la segunda guerra mundial y han estado preparados para que algo pudiera ocurrir». La enorme diferencia radica en que en el pasado se temía un ataque de los Estados Unidos, mientras que ahora el terror viene de los vecinos rusos.

Mikola (izquierda), y su amigo Ruslan Golub. Mediterráneo

«Los que vivimos aquí y mantenemos el contacto con nuestra gente y miramos las noticias de lo que ocurre lo pasamos mal; hay miedo a las bombas y a que destrocen las casas de la gente que vive allí», comenta. Mikola Ivanov lo tiene claro: «Ya se ha dado cuenta todo el mundo sobre quién es el agresor. Esto no es una operación para proteger el Donbás, es una guerra real, donde Ucrania se queda como el muro de Berlín entre Rusia y Europa». Al igual que otros compatriotas, lamenta la escasa ayuda recibida en los campos de batalla. «Se pidió la ayuda a la OTAN y los Estados Unidos, pero se han lavado las manos; solo se pueden defender sus habitantes». De hecho, «me planteo regresar a Ucrania y poder ayudar de esta manera a mi pueblo». Algo que baraja hacer junto a su amigo Ruslan Golub.

Mikola agradece el apoyo prestado por la gente de nuestro país. «Han sido muchos los amigos de España y del extranjero que me han llamado para interesarse por nosotros y ofrecernos cualquier ayuda»

V. MALINOVSKYY: «Solo deseo que este sufrimiento acabe ya»

El ucraniano Volodymir Malinovskyy lleva viviendo con su familia 20 años en Castelló, a donde llegó en busca de mejores oportunidades. Desde que su hermana le despertara de madrugada hace varios días para decirle que la guerra había comenzado vive con sufrimiento e inquietud cada minuto que pasa conectado al teléfono móvil. «Tengo a mis hermanos allí y a mucha gente. Me siento mal por lo que está sucediendo», señala.

Justo esta semana tenía previsto poder cerrar la compraventa de una casa que sigue teniendo en su país, pero los acontecimientos han paralizado la operación. «Ya le he dicho a mi suegra que si una familia con hijos necesita un hogar o un refugio pueden usarla sin problemas», relata con emoción, mientras asegura que su único deseo ahora pasa porque «este sufrimiento acabe ya y la guerra pare cuanto antes».

Volodymir Malinovskyy.

Volodymir Malinovskyy. Mediterráneo

Para ello, insiste en que es necesario el diálogo, sentarse en una mesa a negociar, aunque reconoce que con Putin esto resulta muy complicado «porque no tiene miedo a nada».

Casi al mismo tiempo que Volodymir atiende a la llamada de este periódico sigue en directo al detalle toda la información que llega de su tierra a través de la televisión ucraniana. El año pasado no pudo llegar a tiempo a Ucrania a despedirse de su padre y ahora solo sueña en poder ir a un país en paz.

JUAN BLYASHYN: «No odio a Rusia ni a los rusos, solo a Putin»

Juan Blyashyn tiene 20 años. Su padre es de Ucrania y se encuentra en estos momentos «bien» en Kiev; y su madre es de Castelló, donde el propio Juan nació. Desde la capital de la Plana sigue los trágicos acontecimientos con «impotencia y tristeza». «No podemos hacer nada porque Rusia es logísticamente muy superior a Ucrania, me preocupa que arrasen con la gente», indica. 

Blyashyn recuerda con añoranza los viajes que realizaba cada verano, antes de la pandemia, a visitar a su familia en Ucrania. Sus tíos y sus primos residen en una zona cercana a la frontera con Rumanía y Hungría, alejada al meollo del conflicto, pero ya están sufriendo problemas con la movilidad y los transportes.

Juan Blyashyn. Mediterráneo

El mayor temor de Blyashyn en estos momentos, con su padre en Kiev y su familia en Ucrania, es que «los recluten para la guerra». Cree que es una decisión errónea, por parte del gobierno de Ucrania, que los ciudadanos tomen las armas. «Los ucranianos no queremos la guerra, ya son muchos años de amenazas». Blyashyn considera que el movimiento de Putin con Ucrania «puede ser solo el principio, busca volver a una especie de Unión Soviética». Pese a todo, remarca que no odia a Rusia ni a los rusos, «solo a Putin», y lamenta que «las sanciones económicas no serán efectivas». Desde la distancia, asume con «tristeza» que ayudar «es difícil» más allá de la acogida temporal.

MARCEL RABI: «Los clientes de Rusia entraron en pánico»

Marcel Rabi vive desde hace más de 30 años en Moscú, y está estrechamente ligado al sector cerámico de Castellón, ya que trabaja como comercial en una de las empresas del sector, Ape Grupo. Por esta razón ha estado «en numerosas ocasiones» en la provincia y conoce tanto la manera de ser de los rusos como la forma de trabajar de las azulejeras.

A diferencia de la situación por la que pasan en Ucrania, «la situación en las calles de Rusia es de total normalidad». Comenta que conoce por los medios de su país el inicio de las acciones bélicas, «aunque hay poca información, si bien he visto imágenes de tanques incendiados».

Uno de los efectos de la acción de Putin es la interposición de sanciones económicas de los Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia. «Hubo una caída muy fuerte de la bolsa de Moscú y una depreciación del rublo frente al euro, por lo que algunos de nuestros clientes entraron en pánico y se pusieron en contacto con nosotros», ya que este efecto supone un fuerte encarecimiento para los compradores en ese país.

Marcel Rabi, en Moscú.

Marcel Rabi, en Moscú. Mediterráneo

Este testimonio considera que lo que ocurre «es toda una tragedia. Mi esposa tiene familia en Ucrania y desde que pasó lo de Kosovo en el 2014 las relaciones familiares se han perjudicado». Lo mismo le ocurre a muchas familias que tienen a allegados a ambos lados de la frontera. Pide que todo acabe para bien.