Cuando el parque de Rafalafena se inauguró dije aquí que no me gustaba. Aunque sobre gustos no hay nada escrito, mantengo lo mismo y, por lo que compruebo cada vez que me acerco por allí, no soy el único, porque por lo general, el recinto aparece completamente vacío.

El parque es cerrado, de considerables dimensiones y por añadidura da la impresión de ser uno de esos parques duros, del corte a que tan acostumbrados nos tienen en esta ciudad. Veo mucho cemento, probablemente demasiado y como está desierto, la gente tampoco se atreve a entrar por si las moscas. Tal vez si cambian algunas cosas, lo abren y lo dotan de un contenido más atractivo cambie el panorama.