El crecimiento vegetativo en Castellón vuelve a ser negativo. Y la distancia entre nacimientos y defunciones se acrecienta, alimentando al fantasma de la despoblación. Así lo reflejan los datos publicados ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

El año pasado en la provincia vinieron al mundo 4.569 bebés pero 5.593 personas perdieron la vida. Esto implica que solo se tuvieran en cuenta estos dos fenómenos demográficos, Castellón perdería 1.024 habitantes.

Además, mientras que los óbitos aumentaron en 300 respecto al 2017 (un 5,66% más), los alumbramientos descendieron en 216, es decir, un -4,51%.

El invierno demográfico persiste ya desde hace una década, pues desde el 2008, en que se llegó a los 7.206, los partos van en caída libre. Los decesos experimentan una tendencia alcista desde el 2010. Solo hubo una pequeña pausa entre 2015 y 2016.

Este déficit lleva arrastrándose desde el 2014 en la provincia. No obstante, la tendencia es general, pues en la Comunitat los nacimientos disminuyeron un 6%, igual que en el conjunto de España (-6,1%). Y las muertes aumentaron en la Comunitat un 1,2%.

El saldo vegetativo fue negativo tanto en el Estado (-56.262) como en la región (-7.417). La esperanza de vida es de 82,6 años.

Los enlaces matrimoniales también disminuyeron, en concreto, hubo 1.924 cuando un año antes eran 2.056. Tres de cada cuatro (1.547) fueron solo por lo civil, mientras que los religiosos volvieron a bajar, de 490 a 373.

La tasa de fecundidad se situó en ocho por mil en Castellón, similar al conjunto del país, donde vuelve a bajar por disminuir los hijos por mujer, reducirse las féminas en edad de ser madres y el retraso de la maternidad.