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Sergi Escobar y Raúl González, entrenadores del Castellón y el Real Madrid Castilla, respectivamente.

CD CASTELLÓN

Escobar (Castellón) y Raúl (Real Madrid Castilla), el ejemplo de los dos caminos en el mundo del fútbol

El almazorense se fraguó en el barro, mientras que el madrileño siempre ha vivido en la élite

No pueden haber dos caminos más antagónicos, en el fútbol, que los de Sergi Escobar y Raúl González, que este sábado se enfrentarán en Castalia (17.00 horas) al frente del CD Castellón y Real Madrid Castilla. Unas diferencias que no salen solamente de sus trayectorias en los banquillos, sino de antes, muchísimo antes, en sus respectivos orígenes en este complicado mundo.

Empecemos por Sergi. El almazorense ni siquiera cimentó su vida deportiva en el fútbol. Puede que sea uno de sus facetas más desconocidas, pero Escobar fue portero, pero de fútbol sala, llegando a ser subcampeón de España universitario, tras haber probado en este mismo rol pero en el campo grande. Estuvo cinco años en el Playas de Castellón, con un fugaz debut en División de Honor.

El ahora técnico albinegro probó suerte en otras disciplinas (balonmano o voleibol), destacando también en patinaje, proclamándose campeón autonómico y acabando quinto en unos campeonatos de España. Fue corresponsal de prensa en Primera Regional y profesor de Educación Física, empezando a labrarse un camino en los banquillos desde lo más abajo posible, tanto en edad (fútbol base) como en categorías amateurs.

Desde lo más profundo

Forjado en el fútbol más humilde (como José Bordalás, finalista de la Copa del Rey con el Valencia), el 12 de noviembre del 2017 su vida da un vuelco cuando es elegido como entrenador del primer equipo del Castellón, al que devuelve a Segunda B. Apenas duró cuatro jornadas en la vuelta de los orelluts a la categoría de plata, viéndose obligado a salir al extranjero (Colombia y Croacia), antes de regresar al Castellón y dirigirle dos partidos en Segunda A, a donde pretende volver al final del ejercicio.

En cambio, Raúl González tiene la etiqueta de estrella desde su etapa como juvenil en el Atlético. Jesús Gil, su controvertido presidente, optó por cargarse la cantera, y aquel prometedor delantero cruzó al Santiago Bernabéu para convertirse en leyenda del Real Madrid (alzó todos los títulos posibles) e icono del fútbol español en a caballo entre dos siglos.

Nada más colgar las botas, Raúl inició su etapa en el banquillo que, más pronto que tarde, le ha de llevar a dirigir la galaxia blanca. Su trayectoria ha sido meteórica: entre 2019 y 2020 dirigió al cadete B, juvenil B y Castilla, simultaneando este último con el del juvenil A, al que condujo a la conquista de la Youth League, la Champions de esta categoría.

Con el Castilla, el objetivo no es otro que devolverlo a la élite, lo que le garantizaría dar el salto a ese flamante Bernabéu que están construyendo para los goles de Kylian Mbappé, Erling Haaland y compañía. Y aunque ahora está más cerca del descenso que del play-off (eso sí, con dos encuentros pendientes), lo cierto es que nunca ha estado discutido por parte de Florentino Pérez, que quiere ver a Raúl convertido en lo que Pep Guardiola fue en el Barcelona.

Y ahí radica una nueva diferencia abismal entre él y Escobar. Porque mientras el almazorense tiene que convivir permanentemente con la zozobra que supone entrenar en Castalia, da la sensación de que Raúl tiene extendida una alfombra roja de Valdebebas hasta el paseo de la Castellana.

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