ENTREVISTA |

Basilio Trilles: «Juan Carlos no quería ser rey, solo quería ser ‘Juanito’»

El periodista y escritor presenta el 8 de febrero en La Bohemia su última novela 'El príncipe que no quería ser rey' (Almuzara)

El escritor y periodista castellonense visitó la redacción de 'Mediterráneo' para hablar de su último libro.

El escritor y periodista castellonense visitó la redacción de 'Mediterráneo' para hablar de su último libro. / Gabriel Utiel

Eric Gras

Eric Gras

El 8 de febrero, a las 19.30 horas, en el centro La Bohemia de Castelló, Basilio Trilles presentará su nueva novela El príncipe que no quería ser rey (Almuzara). Lo hará acompañado por el director de Mediterráneo, Ángel Báez, y por el también periodista Raúl Puchol.

Para empezar, una necesidad de saciar mi curiosidad y la de muchos lectores. ¿Qué lee Basilio Trilles? ¿Y qué ha leído para querer dedicarse a esto de juntar letras?

Primero te diré que el periodismo y la literatura, juntar letras como tú dices, van íntimamente unidos. Tenemos muchos ejemplos de periodistas que han devenido en escritores, proceso que podemos ver nítidamente desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días. Hay gran variedad de nombres: Mark Twain, Edgar Alan Poe, Emilio Zola, Vicente Blasco Ibáñez, Azorín, John Dos Passos, Ernest Hemingway, y más recientes García Márquez, Kent Follet, Frederick Forsyth, Miguel Delibes, Arturo Pérez Reverte y una larga nómina. A todos esos autores los he leído y sigo leyendo, además de nuestros clásicos del Siglo de Oro, y a otros muchos de diferentes épocas y estilos que sería prolijo nombrar.

La idea de algún día escribir novelas la atesoré de muy joven. Con catorce o quince años comencé a leer las obras de Blasco Ibáñez y me encandiló su estilo vigoroso, muy realista y descriptivo, cargado de denuncia social. Después vino la trilogía de Josep María Gironella sobre el antes, el durante y el después de la guerra civil española. Y un sinfín de libros.

Mientras estuve trabajando como periodista, profesión que inicié en Mediterráneo en 1982, desde redactor hasta director de dos periódicos, pasando en sendasocasiones como responsable de comunicación del ayuntamiento de Castellón, disponía de escaso tiempo para lanzarme a escribir novelas, hasta que al final publiqué la primera: El español de la foto de París (Inédita 2009). Y ya que me he referido a Blasco Ibáñez, tengo la satisfacción de ser el único autor que ha escrito una novela sobre el gran escritor valenciano: Tiempo de valiente (Planeta, 2012), texto que es de recomendada lectura para los alumnos de español de la universidad de Tulsa, Estados Unidos.

Ahora estoy leyendo la última novela de Álvaro Pombo, Santander, 1936 (Anagrama, 2023) y La guerra de España. Textos escogidos (Página Indómita, 2024) de Simone Weil.

Acabas de publicar una nueva novela, El príncipe que no quería ser rey. En ella, el lector se adentra en una trama de espionaje pero, también, en un ejercicio de inmersión histórica. ¿No es así?

Efectivamente, esta novela transcurre entre 1947 y 1948, momento muy decisivo para la Europa devastada por la II Guerra Mundial y también para España, gobernada por el general Franco. Entonces el llamado Caudillo se ve obligado a jugar bazas para seguir en el poder, cosa que consigue gracias a la pasividad de los Aliados que ven en Franco el espadón que frene el comunismo de Stalin en el Mediterráneo. En aquellos momentos existe una notable oposición monárquica contra el dictador personificada en importantes generales que lo ayudaron a ganar la guerra pensando en la restauración de la corona española en la figura de Don Juan de Borbón, hijo del fallecido Rey en el exilio, Alfonso XIII. Durante años existe una pugna entre Franco y Don Juan, que acaba en el llamado Pacto del Azor por el que el entonces Príncipe de Asturias, Juan Carlos, actual Rey Emérito, irá a estudiar a España, país que con diez años aún no conoce. Aquella fue una jugada que le salió mal al Conde de Barcelona. Convencido por el más influyente de sus consejeros creyó que su hijo podía ser un Caballo de Troya en el corazón del Régimen franquista, pensando que Don Juan, más pronto que tarde, sería coronado como Juan III. Durante ese proceso hay toda una serie de intrigas y tramas de espionaje que yo narro utilizando los escenarios de Estoril, Washington, Boston, Madrid, París, Bruselas, Múnich, Lausana y Friburgo.

 Se suele decir aquello de «somos lo que comemos». Llevado a la literatura, un escritor es lo que lee. No obstante, lo que lee no siempre es lo que luego escribe. ¿Qué te movió o te llamó para adentrarte en un género como el de la novela histórica y el thriller?

Es un género que me gusta, aunque es complejo. Cuando te embarcas en la aventura de jugar con hechos y personajes reales de momentos clave en la historia e introduces personajes ficticios para darle mayor fuerza a la trama aplicando la fórmula del thriller, arriesgas mucho. Tienes que estar muy seguro de los pasos que vas dando en la escritura, siempre apoyándote en la verificación de los hechos históricos que cuentas. Al mismo tiempo procuro que el texto sea ameno y de fácil lectura. El cóctel tiene serios riesgos que asumo con la seguridad del trabajo hecho, pero siempre hay una cierta inquietud en el primer periodo de publicación y distribución de la novela, a la espera de opiniones de los lectores y de la crítica especializada. Ciertamente, los lectores son los que más me importan y les tengo gran respeto.

En 'El príncipe que no quería ser Rey', Trilles ahonda en un periodo concreto de la historia de España.

En 'El príncipe que no quería ser Rey', Trilles ahonda en un periodo concreto de la historia de España. / Gabriel Utiel

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 Los personajes que aparecen en El príncipe que no quería ser rey no son unos cualesquiera. A lo largo de la novela nos encontramos con celebridades, si bien hay espacio y lugar para otros personajes ficticios que ayudan a construir la trama. ¿Qué puedes decirnos de ellos?

Antes ya me he referido Don Juan de Borbón y Juan Carlos I, personajes centrales de la novela, en cuyas páginas también aparecen la madre del hoy Rey Emérito, Doña María de las Mercedes, y su abuela, la Reina Victoria Eugenia. Surgen otros personajes reales como Franco, Carrero Blanco, el general Aranda, el entonces comandante Gutiérrez Mellado, el modisto Balenciaga, el libertador de París Amado Granell, el primer director de la CIA contraalmirante Hillenkoetter, Allen Dulles, ex jefe del OSS norteamericano que después ocuparía la jefatura de la Central de Inteligencia o Pedro Urraca policía franquista colaborador de los nazis en ese momento agregado a la embajada española en Bruselas. Respecto a personajes de ficción tenemos a Letizia protagonista femenina de la historia, su amante John diplomático y agente del servicio exterior del FBI; el comisario español Laureano Buendía y el inspector Andrés Ramírez, entre los más significativos.

Letizia es enviada como gente de la CIA a una misión descabellada para frustrar un posible acuerdo entre Don Juan de Borbón y Franco. Ella sabe que la misión no tiene sentido, pero ve la oportunidad de regresar a Europa para saldar un asunto pendiente. Y ahí me quedo.

 ¿Cuál fue el proceso de escritura? Lo pregunto porque, imagino, hay tras de sí un trabajo de investigación, ¿no?

El trabajo de investigación es imprescindible y en esta ocasión la documentación obtenida para la elaboración de otras novelas como la ya citada El español de la foto de París y La espía de Franco (Almuzara, 2018) ha contribuido a reforzar y, al mismo tiempo, agilizar este aspecto fundamental.

Cada autor tiene un método de elaboración, yo escribo al tiempo que voy completando la documentación que ya tengo. En general no suelo escribir siguiendo el patrón de respetar el orden de los capítulos tras establecer un guion. En eso soy bastante anárquico. En El Príncipe que no quería ser Rey el último capítulo fue de los primeros que escribí.

No puedo evitar preguntarte por el título de la novela, puesto que se me antoja un guiño a la magnífica El hombre que quiso ser rey, de Rudyard Kipling.

No hay guiño a la magnífica novela del excelso escritor británico y Premio Nobel de Literatura, que después fue adaptada y llevada al cine por el magistral John Ford. Vi la película, pero no he leído la novela. Sin embargo, hace muchos años, en mi época de estudiante leí El libro de la selva y Kim. Magnífica prosa, la de Kipling.

El título se debe a que el entonces Príncipe de Asturias, interno a la fuerza en un estricto colegio religioso de Friburgo le suplicaba a su padre, Don Juan de Borbón, que él no quería ser Rey, solo quería ser Juanito.

Presentas el que es tu quinto título de ficción el 8 de febrero en La Bohemia, y lo harás muy bien acompañado. ¿Qué puede esperar la gente que acuda al acto de presentación? Me interesa por eso de no realizar muchos spoilers, cosa harto difícil.

Estaré acompañado de dos colegas periodistas y amigos: Ángel Báez, director de Mediterráneo y Raúl Puchol, director de Cope Castellón. Espero que ese día los asistentes pasen un rato agradable, mientras hablamos de una historia tan apasionante como apasionada. Historia sobre unos hechos y unos personajes, caso de Juan Carlos I, íntimamente relacionados con el pasado y presente de nuestro país. Haremos todo lo posible para que aquellos que vengan a la presentación estén a gusto y puedan interactuar. Por mi parte estaré abierto a todo tipo de preguntas y debate.

Y sí, resulta preferible que el público, el lector potencial, no sepa demasiado sobre el contenido. Hay que invitarle a que lo vaya descubriendo en la lectura, el autor siempre desea sorprender y en El Príncipe que no quería ser Rey hay varias sorpresas, especialmente en el final.

Para finalizar, y aunque imagino la respuesta, ¿dirías que El príncipe que no quería ser rey es tu mejor novela hasta el momento?

Deben ser los lectores quienes juzguen. La verdad es que no me hago ese planteamiento. Yo nunca estoy plenamente satisfecho, hay que seguir escribiendo para mejorar.

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