Los críticos de Vox piden un gesto a Abascal para frenar la salida de cargos tras Espinosa

La renuncia de Steegmann hace temer por un goteo de ceses que exhiban la crisis interna y algunos recuerdan que tras la salida de Olona se relevó a Ortega Smith para acallar el ruido en la formación

Santiago Abascal, presidente de Vox.

Santiago Abascal, presidente de Vox. / A. Pérez Meca - Europa Press

Isabel Morillo

La renuncia de Juan Luis Steegmann, llamado a ocupar el escaño de Iván Espinosa de los Monteros, acompañada de su despedida de la dirección del partido, constata la profundidad de la crisis interna en Vox. Se confirma lo que era un secreto a voces, que la renuncia del que fue portavoz y fundador de Vox no es una marcha puntual por “razones personales y familiares” sino una dimisión que ha sacudido los cimientos del partido y que puede desembocar en un reguero de deserciones en sus filas.

El terremoto interno ha llegado a los territorios, en un partido de estructura jerárquica y piramidal, donde ya se ha probado la descomposición en varias comunidades autónomas como Andalucía o Murcia, donde la lista de purgas o expulsiones es amplia. El desconcierto, admiten fuentes del partido, va más allá de Madrid. Por primera vez se cuestiona el silencio del presidente, Santiago Abascalante la magnitud de la crisis interna, confirman varios diputados autonómicos.

Los fieles de Espinosa, que representaba el alma neoliberal, más volcada en lo económico y menos ultra en lo moral, ha perdido el pulso a favor del núcleo más confesional, con raíces en el nacionalcatolicismo. Hay cargos huérfanos tras la marcha del que fue portavoz de Vox en el Congreso y se dirigen a Abascal a la espera de un gesto. La reorganización a la que obliga la marcha de Espinosa tendrá consecuencias internas.

Según ha podido saber este periódico, los críticos miran atentos al presidente del partido a la espera de que tome alguna decisión para taponar la hemorragia. El líder de Vox se limitó a expresar su agradecimiento a Espinosa a través de un comunicado pero no ha tenido ningún gesto más. Desde el partido no aclaran si Abascal interrumpirá sus vacaciones para participar en algún acto público o dirigirse de forma interna a sus cuadros. De momento, señalan, no está previsto.

Blindar al presidente

Hace aproximadamente un año, cuando Macarena Olona abandonó su escaño andaluz y dio un portazo a Vox, el partido vivió su primer gran terremoto interno. Dos meses más tarde, Abascal decidió el cese de Javier Ortega Smith como secretario general. Un gesto dirigido a acallar el malestar interno. El candidato a la alcaldía de Madrid había sido señalado por Olona como el responsable de su salida del partido. Fue Abascal el que decidió unilateralmente este cambio y decidió que la secretaría general recayera en Ignacio Garriga, que era líder de Vox en Cataluña y alguien de la plena confianza de Jorge Buxadé, que se confirma como el hombre fuerte de la formación de extrema derecha.

Desde Vox defienden que pese a la pérdida de 19 escaños en el Congreso tras las elecciones generales del 23J, la estrategia dirigida con mano de hierro por Buxadé, vicepresidente del Comité Ejecutivo Nacional y portavoz del partido, ha permitido acumular más poder que nunca en los territorios. La formación de extrema derecha gobierna de la mano del PP en 140 ayuntamientos, ‘vicepreside’ cuatro comunidades autónomas (Aragón, Castilla y León, Extremadura y Comunidad Valenciana) y preside el Parlamento de Baleares, donde también ha arrancado poder en el Consell Mallorca. Desde Vox aseguran que existe “una persecución” contra Buxadé en los medios de comunicación y eso, advierten, refuerza su figura política dentro del partido. Es "impensable", señala alguien que fue muy próximo a Abascal, que vaya a ser la cabeza de turco que entregue el presidente.

Tras la salida de Olona, Abascal tomó la decisión de sacrificar a Ortega Smith para reforzar su liderazgo y evitar que el malestar interno se dirigiera contra él. Ahora hay quien sugiere, desde dentro de Vox, que debe adoptar “un gesto de autoridad” en la misma dirección. Buxadé, indican desde dentro del partido, está “blindado”. No es previsible, indican fuentes próximas a la dirección, que sea su cargo el que se sacrifique para acallar la crisis interna. Sin embargo sí que hay dudas sobre la fortaleza que pudiera tener Garriga en el núcleo duro. Su figura sí podría sufrir en esta crisis, apuntan diferentes voces que militan en el partido. El también presidente de Vox en Cataluña llegó a la secretaria general como hombre de la total confianza de Buxadé y es su mano derecha. Ahora escalan posiciones Ignacio Hoces, diputado por Badajoz y el asesor estrella de Abascal en los últimos tiempos y el asturiano José María Figaredo. En la retaguardia siempre sale el nombre de Kiko Méndez-Monasterio.

Mordaza a los críticos

El pasado junio, Vox propuso a sus afiliados una reforma de sus estatutos que ya presagiaba el ruido interno que existía en la formación e imponía mano de hierro. Las nuevas normas implican sanciones como infracción grave cualquier manifestación que "dañe la imagen pública" del partido, sus órganos o sus afiliados. Igualmente se sanciona el incumplimiento de las "instrucciones" que dé la formación para las declaraciones públicas en redes sociales o medios de comunicación. Estos incumplimientos pueden motivar la baja de militancia. La mordaza desde la dirección a las voces críticas se hacía más dura. Se obliga también en los nuevos estatutos a guardar el secreto sobre las deliberaciones internas en el partido y sobre los acuerdos en los órganos de gobierno y grupos institucionales a los que pertenezcan.

La otra novedad más importante en esta reforma es que Vox apuntaló las competencias del Comité de Acción Política, su núcleo duro, formado por Abascal, el secretario general y quienes ellos mismos designen. En ese momento el entonces portavoz del Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, dejó de ser miembro nato. Fue una prueba más de que hacía mucho que había salido del núcleo de poder. La otra fue la caída de muchos de sus fieles en las listas electorales. La toma de decisiones del partido se restringe a quien Abascal decida y los nombres no tiene por qué hacerse públicos.