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Fue el equipo entero el gran dominador

Paciencia. Un buen término, una enorme estrategia, el mejor grito para una selección que, conocedora de sus cualidades, de las virtudes de sus jugadores, de todos y cada uno de ellos, decidió que, por mucho que le apretase Rusia, que le apretó de verdad, saldrían adelante con lo mejor que tienen: calidad, posición, toque-toque y desplazamiento del balón.

Cierto, todo llegó en la segunda parte, pero llegó a mares. Fue el diluvio. Uno descendió desde el cielo y el otro surgió del césped. España, con Xavi, Iniesta, Cesc, Senna y sus tocadores, fueron mareando el balón con criterio. Y del criterio llegaron los espacios y de ahí las ocasiones. Y de las ocasiones, los goles. ¡Golazos! Y de todo ello, la diferencia. La enorme diferencia entre una selección que se sabía mejor y otra que no tuvo posibilidad alguna de ganar. Sin duda alguna, fue el fútbol en estado puro.

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