Detrás del mar de cintas verdes que ondean al viento cada año en la Romeria de les Canyes, hay gran número de historias que va configurando el libro que será leyenda de la Magdalena. Castellón celebró en 1952 como un gran acontecimiento el VII centenario de la fundación de la ciudad, año en el que el alcalde Carlos Fabra Andrés nombró reina de las fiestas a la deliciosa y delicadamente bella Amparo Fabra Gasset, nieta del legendario Fernando Gasset Lacasaña. La chica cumplía los veinte años de edad y su reinado dejó un reguero de nombres ilustres. Consuelo Latorre y Marisa Pascual entre sus damas de la ciudad; Paloma Oñate, Amparo Loras y Pilar Aguilar entre las madrinas. Presidentes de las comisiones de sector de tanto fuste como Querol Antolí, Mallasén Ornat, Fajardo, Francisco Jordán, Mulet Vila y Aguilar Corcuera. Y en la junta central de festejos, Fernando Falomir y Luis Rodríguez Bajuelo, arropando al alcalde en la cúspide, con Manuel Peláez, Eduardo Codina, Manolo Sanz… en responsabilidades de alto nivel, además de Severino Ramos, García Arquimbau, Paco Alloza y Carlos Murria, con Joaquín Casanova y Jaime Nos.

NUEVA CAMPANA // Ese año, apareció el verde, la cinta verde. Pero hubo mucho más. El escultor Adsuara y el pintor Porcar fueron nombrados hijos predilectos de la ciudad. En la reestructuración de la plaza Mayor, se construyó el nuevo mercado, desapareciendo los antiguos toldos de la vieja pescadería y comenzaron las obras de la nueva avenida del Rey Don Jaime. La ermita de la Magdalena estrenó nueva campana, que no dejó de voltear en todo el día --todavía creo que la oigo--. El mantenedor del entonces muy prestigioso Certamen Literario fue el ilustre Joaquín Calvo Sotelo, con la presencia del Marqués de Lozoya y del entonces ministro de Educación. Joaquín Ruiz Jiménez -lejos todavía de sus ‘Cuadernos para el diálogo’ en homenaje al Rey Don Jaime en torno a la estatua del escultor José Viciano. Fueron los días en que los Guerreros del Pregó ya se llamaron Germandat de Cavallers de la Conquesta.

EL CENTENARIO VERDE // Entre las fuerzas vivas de la ciudad hubo gran revuelo aquellos meses previos para perfilar las celebraciones. Al excelso poeta y dibujante notable Bernat Artola se le había encargado tiempo atrás el boceto para una bandera que había que representar a Castellón en una conmemoración naranjera en Valencia. Pero al parecer no llegó a gustar demasiado a los políticos del momento y el boceto se archivó. Pero el entonces, en 1952, archivero de la Diputación -en 1960 fue nombrado alcalde-, Eduardo Codina, lo rescató y presentó en una de las reuniones habituales de una de aquellas comisiones. Todos observaron como en el boceto de Artola había una franja verde que diferenciaba a nuestra enseña con la senyera. Y eso gustó.

Y alguien sugirió que podía ser en lo sucesivo el distintivo de Castellón en esas y otras celebraciones. Y ya con la emoción del momento, hubo voces que propusieron que se colocara en el extremo de la canya una cinta verde. Y no solo eso, sino que, cada año, se añadiera a la ‘canya’ la cinta anual para que puedan contabilizarse todas las romerías en que se participa. Y, desde entonces, los hijos han empezado a heredar la ‘canya del pare’, como un legado de generación en generación. Y es que, en lo sucesivo, el verde sería el color de la ciudad. Hay quien asegura que el éxito del verde es porque coincide con los fajines que en las grandes ceremonias llevan los concejales en su cintura.

Y desde entonces, pañuelos verdes, reposteros, carteles… Y miles de ‘canyes’ de la Romeria lucen en lo alto su cinta verde. Y cientos de solapas de damas y caballeros, lucen la cinta verde durante los días de las fiestas. Lo cierto es que, aquel, fue un centenario verde. H