En según qué pueblos de Castellón, los niños no salen a la calle. Y no salen porque no los hay. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística revelan que uno de cada ocho municipios de Castellón tiene menos de cinco habitantes por debajo de los 14 años en su censo, una cifra que evidencia hasta qué punto se ven abocados ciertos lugares a una pérdida de la población, por no hablar directamente de un camino hacia la desaparición difícil de revertir.

De hecho, en 16 de los 135 municipios ya no hay ni un solo niño menor de 14 años, lo que se traduce en que no se ha producido ningún nacimiento desde que hay registros o el pequeño se ha marchado junto a su familia en busca de nuevas oportunidades fuera del pueblo. Y si todavía cercamos más los datos, se puede extraer que hasta 17 localidades de la provincia se sitúan ya por debajo de los cien habitantes, es decir, un 12,6% del total con un panorama desalentador por delante, a la espera de que las tan anunciadas medidas de choque contra la despoblación puedan hacer su efecto.

Las estadísticas dejan a la vista un escenario poco halagüeño para pequeños pueblos como Castell de Cabres, Higueras, Vallibona, Villanueva de Viver o Villores, donde la ilusión infantil se esfuma por completo o, como mucho, cuentan con un solo menor de 14 años en su registro. Además, en once municipios no se ha producido ningún nacimiento en los últimos cuatro años, según se refleja en la Estadística del Padrón Continuo del INE a 1 de enero de 2019.

La alcaldesa de Castell de Cabres, María José Tena, trasladó a Mediterráneo que las soluciones son «difíciles». «No se ha hecho nada por Castell desde hace más de 40 años, cuando se cerró la escuela. No hay trabajo, no tenemos internet y no hay aulas. Aquí los inviernos son muy largos», manifiesta Tena, y añade que «cualquier idea de negocio es bienvenida en el pueblo y el Ayuntamiento está siempre predispuesto a ayudar».

Pueblos 'fantasma'

Un total de 86 municipios tienen menos de mil habitantes y las comarcas del interior se encuentran en riesgo severo de convertirse en zonas fantasma, especialmente el Alt Maestrat, Els Ports y el Alto Mijares, con núcleos que presentan una densidad poblacional de menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado.

En un contexto así, vivir en el pueblo resulta cada día más difícil, sobre todo cuando te embarcas en la aventura de formar una familia, ya que muchos de los colegios se han visto obligados a cerrar sus puertas por falta de vida en sus aulas, y la rutina diaria permite poco más que pasear por las callejuelas de estos rincones que fueron una vez tan vívidos, antes del cambio de siglo.

En Castellón convergen pequeños pueblos con mucha historia, que en su día fueron importantes, pero son sitios en los que su población baja y baja debido a la falta de recursos y a la escasa oferta laboral --a veces con la ganadería como única salida--, por lo que luchan por no desaparecer. Son desiertos demográficos tras una huida constante de sus habitantes del campo a la ciudad. Resquicios de vacío. En algunos de ellos los fines de semana quizá haya más visitantes que vecinos.

Tal como avanzó el periódico Mediterráneo, la pandemia puede ser una oportunidad para los municipios del interior, pero sus alcaldes reivindican mejores comunicaciones y servicios básicos para fijar población al territorio. Los primeros ediles de estas localidades ya lo narraban en Medi TV, constatando que hubo más familias que decidieron pasar el confinamiento alejadas de las ciudades, gente teletrabajando durante el verano y también más turistas.

Una inyección contra la huida rural ha sido el último acuerdo entre la Todolella y Pamesa, en el que la firma azulejera promete crear hasta 30 puestos de trabajo para impulsar El Pitalaero, SL, cuya puesta en marcha está prevista para después del verano. Como explicó el teniente alcalde, Víctor Milián, se apostará además por gente de la zona y «formaremos a los trabajadores para que puedan hacer las tareas, con el objetivo de que los vecinos que apuesten por vivir en la comarca puedan quedarse tranquilamente y con seguridad». Un proyecto que revitalizará la economía de Els Ports y que permitirá a muchas familias quedarse durante todo el año en el pueblo y disfrutar, tanto ellos como sus hijos, de una nueva oportunidad de futuro.

Como apunta aquella célebre frase dinero llama a dinero, con medios para emprender algo se pueden obtener más beneficios, condiciones y mejoras a largo plazo, porque un plan que está empezando a tomar forma y que recogerá sus primeros frutos el próximo otoño, augura un pico de habitantes cara al próximo año.

Dicen que los niños traen alegría, e incluso, buena suerte. Sin duda son el futuro y la ilusión de estos pueblos, que ven cómo cada día la vida en el campo se muere, sin llegar nunca a remediarlo.