Dicen los gurús que cuando se recupera la confianza en los mercados, la economía mejora. Pero si hablamos de recuperar la confianza en los otros mercados, los de toda la vida, los que están en el centro de Castelló, Vila-real, Burriana o Vinaròs... lo que mejora es la vida de esas localidades y también la salud de sus ciudadanos. Porque no hay mejor forma de conocer una ciudad que caminando por sus mercados. Comprando en sus paradas, mezclándose con su gente. Pero que nadie se engañe. Muchos de esos recintos no pasan por su mejor momento. La soledad manda y están siendo anegados por los supermercados, las grandes superficies comerciales y el acelerón del estilo de vida que deja cada vez menos tiempo para comprar.

El panorama de los mercados de Castellón es de lo más variopinto. Algunos, como el de Almassora, funcionan a medio gas y la mayoría de sus paradas están vacías. Otros, como el de Burriana, se han convertido en las nuevas tascas de Castelló, aunque solo les va muy bien a los gastrobares y los viernes y sábados por la tarde. Y el recinto de la capital, que el año pasado cumplió 70 años, sigue pendiente de una remodelación integral que podría empezar este mismo año y que abrirá las puertas a un espacio dedicado a la gastronomía. Mucha menos suerte ha tenido el histórico mercado de Sant Pere del Grau, que cerró sus puertas a mediados del 2017 y ahora es la sede de la Policía Local.

Las grandes despensas de Castellón no pasan por su mejor momento, pero no todo está perdido. Hay esperanza. Los ayuntamientos, titulares de los recintos, han tomado cartas en el asunto y de mano de los comerciantes han salido al rescate de unos mercados que se enfrentan nada menos que al reto de ser atractivos para la gente joven. Y en la mayoría de los casos la solución pasa por la gourmetización. O lo que es lo mismo: una equilibrada convivencia entre el mercado de toda la vida y las tendencias tan de moda de los gastromercados. Ya lo dice el dicho: Renovarse o morir.

Cinco estrellas en Vinaròs

Una de las historias de éxito tiene lugar en el mercado de Vinaròs, un edificio de 1929 que fue completamente remodelado en el 2011. Hace un año, y en un intento por atraer clientes, el Ayuntamiento y los comerciantes decidieron abrir un gran espacio gastronómico, que en la práctica ofrece a los clientes la posibilidad de comprar pescado en los puestos del recinto y degustarlo sin necesidad de salir de las instalaciones. «El resultado no puede ser más positivo y ese espacio va claramente a más, sobre todo, los viernes y los sábados por la tarde», apunta Ana Collado, una de las responsables de un recinto que cuenta con una treintena de paradas activas y que esta misma semana recibía el sello autonómico Oro 5 Estrellas.

Pero el mercado de Vinaròs es mucho más que un espacio gastronómico. «Los primeros viernes de cada mes las paradas hacen degustación de productos y contamos con servicios como la bibliomercat y concursos como Mercaxef», describe Collado que insiste en que el objetivo es conseguir que el recinto no solo sea un lugar donde comprar productos de calidad, sino también un punto de encuentro y de ocio.

En Vinaròs, el mercado ha demostrado gran capacidad de resistencia ante la adversidad y en Vila-real van por el mismo camino. Hace tan solo unos meses quedaban tres paradas abiertas, pero ahora el recinto se ha puesto las pilas. «En estos momento hay abiertas diez de trece y hay emprendedores que nos están llamando porque quieren abrir negocio en el recinto», cuenta Xus Madrigal, concejal de Economía.

Al igual que en Vinaròs, la apuesta de Vila-real pasa por la gastronomía, una fórmula que salvando las distancias tanto éxito ha dado a recintos como el San Miguel o San Antón, en Madrid, o La Boquería y Santa Caterina en Barcelona. «Queremos convertir el Mercado Central de Vila-real en un espacio de referencia para la compra de productos de calidad y proximidad, pero también en un espacio para disfrutar de la gastronomía», cuenta el concejal. Para ello se ha incorporado una zona de cafetería con servicio de plancha para que la clientela pueda degustar al momento los productos que ha comprado en las paradas del recinto. Y más novedades: un servicio de embalaje ecológico, otro de carros de compra, encargos por whatsApp o pago con tarjeta. El Ayuntamiento estudia ahora la posibilidad de ampliar el horario de apertura, sobre todo los viernes por la tarde en un intento más por captar al público más joven.

De ‘tardeo’ en Burriana

Si en Vila-real el objetivo es que el corazón del Mercado vuelva a bombear, en Burriana se busca conseguir un equilibrio entre las paradas tradicionales y los gastrobares que las tardes de los viernes y sábados logran atraer a cientos de clientes. «El reto es conseguir que todos los puestos, sean paradas de frutas, carnes o pescados o sean bares, caminen en la misma dirección», dice Sara Molina, concejala de Comercio, que aspira también a hacer del mercado un atractivo turístico más. «Tenemos un edificio de estilo modernista que es precioso, tenemos un producto de primera calidad y unos grandísimos profesionales», sentencia la edil.

Donde también se han renovado y lo siguen haciendo es en Benicarló, cuyo edificio está a punto de cumplir 60 años «No nos podemos quejar, aunque para las paradas el negocio ya no es lo que era», cuenta Cinta Marzà, responsable de un puesto de ventas de carnes y embutidos y, además, presidenta de los vendedores del Mercado. Y, de nuevo, la fórmula del éxito se repite. «Lo que sí funciona muy bien es el gastromercado. Tenemos tres bares abiertos al exterior del recinto a los que el cliente puede llevar lo que ha comprado y degustarlo allí mismo», explica Marzà que apuesta por seguir trabajando para revitalizar el recinto. «Este año vamos a cambiar el logotipo y haremos una campaña para que todo el mundo nos conozca, sobre todo, los jóvenes», resume.

Un mercado para jóvenes

Precisamente ese es el gran reto al que se enfrentan todos los mercados de la provincia: ser atractivos para la gente joven. Porque, pese a los intentos, la realidad es que la clientela envejece. Hay estudios que apuntan que la edad media de los compradores es de 60 años y que los jóvenes ignoran un lugar donde más del 90% de los alimentos son frescos. Y, precisamente, este es también el objetivo del Ayuntamiento de Castelló, que hace casi un año anunció la remodelación de las instalaciones de la plaza Mayor.

La inversión para remodelar el recinto será de 2,5 millones de euros (la mayoría fondos europeos) y el edificio conservará toda su fachada exterior, que tiene una especial protección. Lo que sí parece seguro (el proyecto se encuentra todavía en la fase de recopilación de ideas) es que el nuevo Mercado contará con un espacio gastronómico (ahora solo hay un bar y, con los conciertos, se abarrota todos los sábados al mediodía), un lugar que incluiría varios bares o restaurantes que den la opción a la clientela de poder consumir los productos que se compren en los propios puestos de alimentación. ¿Les suena la fórmula? Los vendedores también ven el cambio necesario. De nuevo, renovarse o morir.