Muchos ciudadanos piensan que nuestra democracia es un logro ya conseguido, que no corremos ningún peligro de volver a las andadas, a la dictadura me refiero, ni de perder los derechos conseguidos gracias a muchos héroes anónimos que dieron sus vidas y que hoy nadie recuerda, bueno para insultarlos sí. Los perdedores de esta pobre democracia deberían estar organizándose, pero son prisioneros de la precariedad laboral y de la manipulación de las redes, aletargados por una brutal falta de futuro. Si como dice un lema estúpido, y bien falso, hay que pensar todas las mañanas si queremos ser tigres o gacelas, comer o ser comidos, la respuesta está en la desafección y la desmoralización. ¿Para qué correr?

El descontento contra unos partidos que se han dedicado a hacer los deberes sin rechistar, siguiendo la senda marcada por la austeridad, es decir, por el aumento de la riqueza de unos pocos y el sufrimiento de muchos, está dando alas a los populismos de todo tipo, independentismos incluidos. Qué fácil es hablar con la voz del pueblo e interpretar esa voz según interese. Solo hacen falta unos cuantos millones para dominar prensa y redes y comenzar a mentir. ¿Por qué no aprovechar sus mentiras y castigar con nuestro voto a los partidos que tan poco han hecho? ¿Para qué queremos los derechos individuales o las garantías jurídicas? Pero los que hemos nacido en la dictadura sabemos de su valor, sabemos que puede ser peor. La historia nos enseña que la falta de libertad y la desigualdad están unidas. Solo hace falta un poco de memoria.

*Catedrático de Ética