Richard Carapaz cumplió ayer el sueño que nunca podía imaginar un chico campesino de Ecuador, un país que, a diferencia de la Colombia de Nairo Quintana, el otro gran valor sudamericano del Movistar, apenas conocía un deporte tan bello como el ciclismo, que mueve montañas y que convierte en ídolos a corredores como el propio Carapaz por ganar un Giro a pesar de que su nombre no figuraba en ninguna apuesta al inicio de la prueba.

El joven campesino que creció junto a la frontera de Ecuador con Colombia, el que emigró a Bogotá para crecer como corredor, porque allí está la cantera de Latinoamérica, recompensó al Movistar, el equipo español por excelencia, con la 15ª victoria en una carrera de tres semanas: siete Tours, cuatro Giros y otras cuatro Vueltas ha conseguido una escuadra parida en Navarra por José Miguel Echávarri, ahora ya jubilado, en el año 1980 y bautizada como Reynolds.

Ya con Eusebio Unzué, ayudante en los inicios de Echávarri y ahora mánager, y con Movistar desde el 2011, el ciclismo sudamericano ha conquistado por segunda vez el Giro, tras Quintana en el 2014. Y lo ha hecho con un Carapaz sensacional en la montaña, donde ha demostrado ser escalador de solera y tenaz al saber controlar y administrar el trabajo con una veteranía extraordinaria, pese a su juventud (26 años) e inexperiencia como líder.

LANDA PIERDE EL PODIO / Con dos victorias de etapa, con la demostración de que sabe cambiar el ritmo en las cuestas, Carapaz cumplió ayer en la contrarreloj final, que ganó el estadounidense Chad Haga (Sunweb), con un tiempo de 22.07 segundos. El ecuatoriano perdió 49 segundos con Nibali pero se mantuvo de rosa en un final cruel para Mikel Landa, que se quedó sin el tercer puesto por 8 segundos que le arrebató el esloveno Primoz Roglic.