Una copa entre reyes. Nadie mejor que Barça y Sevilla para pelear por un trofeo tan simbólico por la carga emocional que le acompaña, no tanto por nombre y por valor, como por el carácter especial que le da la cercanía de la afición. Miles de culés y de sevillistas desfilarán por Madrid antes de citarse en el Calderón (21.30, Tele 5 ) en una fiesta donde las banderas camparán a sus anchas y que seguirá en el campo en un duelo entre campeones, entre el mejor equipo de la década (29 títulos) y otro que merece estar en ese club tan selecto porque, con mucho menos que otros grandes, ha llegado más lejos (9, con esas 5 Europa League en primera fila). La Copa espera dueño, con el aliciente de que acabe donde acabe se convertirá en un doblete.

Al campeón de Liga le espera un mal enemigo. Y lo sabe. Ni el punto de fatiga que puede arrastrar tras el esfuerzo en la final del miércoles ante el Liverpool mitiga la convicción del Barça de que se enfrenta a una roca. Donde no lleguen las piernas y falte al aire aparecerá ese punto competitivo y anímico tan incontrolable y que Emery maneja como nadie. Un plus de rebeldía y de carácter que le hizo voltear el empuje del Liverpool, de la misma manera que en la Supercopa de Europa le permitió un imposible: igualar el 4-1 del Barça y llevarle a la prórroga hasta la aparición de Pedro (5-4). Frente a una sentencia como aquella, que llevaría a cualquiera a arrodillarse y agachar la cabeza, el Sevilla obligó al rey del triplete a volver a ganar una final que ya era suya.

MÁS NECESIDAD // Ahora, unos y otros vuelven a verse las caras tras una vuelta completa. De Tiblisi a Madrid, del primero al último, y por en medio el Barça ha dejado otro rastro de éxitos que, a estas alturas, no todo el mundo recuerda: Supercopa, Mundial de Clubs y Liga. De momento. Por más que pese la decepción de la Champions y el triplete perdido, que hasta hace muy poco se daba alegremente por ganado, la Copa se presenta como un gran acompañamiento. “¿Dónde hay que firmar para que la próxima temporada sea igual en títulos?”, preguntó Luis Enrique, reivindicando el valor de estos éxitos.

Y lo mismo en el otro lado. “Queremos esta Copa”, proclamó Emery, convencido con razón de que el Barça tiene más necesidad de ganar. La mala costumbre de ganar tanto hace que la Liga parezca poca cosa. El Sevilla, en cambio, anda por las nubes. Y así hay que esperarle, enchufado de la cabeza a los pies. “Van a venir 20.000 de los nuestros, y hay que morir por toda esa gente”, proclamó. Con las bajas de los sancionados Nzonzi y Kolo (“son guerreros que se han quedado en el camino”), Rico estará bajo los palos, en prácticamente el único cambio con respecto al once campeón de Europa.

En el Barça hace tiempo que no hay secretos. La alineación se recita de memoria, sin cambios a la vista, y donde forman los mismos que pronto hará un año conquistaron Berlín y que cerrarán una temporada que les ha reforzado todavía más sobre el resto. Y así seguirá, pendiente de los refuerzos (pocos) que puedan llegar y que no será fácil que puedan desbancarles. Al tridente, imposible. Messi, Neymar y Suárez, la pieza más decisiva en esta recta final, están decididos a seguir juntos. Una garantía de éxito.

En el Calderón, el reino del cholismo, se enfrentan dos modelos de club y dos maneras de entender el club y el juego. Dos reyes de copas. Y pase lo que pase, la nueva temporada volverá a abrirse con el mismo duelo en la Supercopa. Un clásico. Podrían hacerse un pasillo mutuo. Se lo han ganado. H