Eliud Kipchoge, plusmarquista oficial y oficioso de maratón, rompió ayer en Viena el legendario muro de las dos horas con un tiempo de 1.59.40, registro no oficial debido a las ayudas externas que recibió en la denominada Ineos1:59 Challenge, creada especialmente para el keniano. «Emocionante» fue la expresión más usada para un hecho histórico entre atletas, público y medios especializados.

Kipchoge, un tipo humilde pero consciente de su hazaña, respondió con los pies en la tierra, aunque a veces pareció que volaba sobre el Prater vienés. El Filósofo —sobrenombre puesto por sus compañeros de entrenamiento en Kaptagat— quería «entrar en la historia» y lo consiguió, completando un objetivo que hace un par de años, en Monza, se le escapó por 26 segundos.

A 2.50 el kilómetro

El maratoniano más rápido de siempre logró, como deseaba, correr los 42 kilómetros y 195 metros a un ritmo casi constante de 2.50 minutos por kilómetro (14 kilómetros en total clavados a este ritmo). Los últimos mil metros, en solitario, se permitió el lujo de cubrirlos en ¡2.42! saludando a un público que lo vitoreaba, seguro ya de haber dinamitado la última frontera del atletismo moderno. En la meta le esperaban su mujer, sus tres hijos y su coach Patrick Sang, «más que un entrenador», según suele repetir su pupilo.

Kipchoge contó con ayudas externas no permitidas por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) y, por tanto, su marca no será homologada. Para cubrir la distancia completa, el maratón Ineos 1:59 Challenge comenzó a las 08.15 en el Reichsbrücke, un puente situado sobre el Danubio, entrando posteriormente en el circuito del Práter, una larga recta de 4,4 kilómetros surcada de castaños de indias y dos amplios giros, con 9.6 kilómetros cada vuelta. El ídolo del deporte keniano corrió detrás de un vehículo que le iba marcando el ritmo y rodeado por siete liebres, en formación de V, con cinco atletas por delante y dos de escoltas, formando un dibujo con la forma de cromosoma humano. «El ser humano no tiene límites», volvió a repetir tras su hazaña. Esos siete corredores formaban parte de un equipo de 41 atletas de primer nivel que se fueron turnando a lo largo de la carrera para apoyarle. El ritmo a seguir fue marcado por un vehículo que proyectaba un láser verde sobre el asfalto.

La sonrisa del ‘Filósofo’

Perfectamente distinguible por su camiseta blanca en contraste con las negras de las liebres, Eliud Kipchoge sacó a relucir en los últimos kilómetros del reto su particular versión de la inalcanzable sonrisa de La Gioconda, esquivando el sufrimiento con el disfrute de lo que estaba a punto de conseguir. En la rueda de prensa posterior, el keniano de Eldoret aseguró no haber pasado grandes apuros. «Me sentí bien desde el primer kilómetro pero debía mantener la cabeza fría para no cometer ningún error».