El Villarreal mejoró pero no le fue suficiente para ganar. La botella medio llena indica una progresión en el juego defensivo y una actitud e intensidad que da fuerza para creer en la salvación. Si la ves medio vacía, los datos reflejan las escasas llegadas y ocasiones generadas ante el Athletic, directo rival en la pugna por seguir en Primera. Luis García ha iniciado una transición hacia otro estilo, pero el Villarreal aún no sabe si jugar al ataque o atrincherarse. La indefinición se palpa. El técnico debe buscar el mejor once y olvidarse de los nombres porque es hora de los mejores. Nadie debe tener patente de corso.

Los factores externos siguen alterando el rumbo, como sucedió con el autogol de Costa. El arbitraje de Undiano Mallenco, el peor colegiado que ha pasado por La Cerámica, tampoco colaboró por su sibilina interpretación del reglamento. Y el VAR ayer decantó su fina línea de la interpretación a favor de los amarillos. El segundo gol del Athletic, que en principio parecía legal, con el cartabón en la mano, por milímetros, no lo era. Un punto insuficiente para salir de la cola, pero que a 18 jornadas del final sabe a mucho. ¿Medio llena? ¿Medio vacía? Toca agarrarse a la actitud de ayer y adaptarse a jugar en una olla a presión cada semana. Ayer la afición ayudó a sumar.

Once diferente al cien por cien respecto a la Copa y también una renovada actitud e intensidad en un partido que se preparó como una final cuando la segunda vuelta apenas levantaba el telón. La gran obsesión de Luis García era frenar la hemorragia defensiva. Los amarillos se emplearon con una actitud y ritmo distintos a los de otros partidos, juntando bien líneas y cuidando la presión sobre el rival cuando tenía el balón. El dinamismo era diferente y las vibraciones parecían positivas.

El 4-2-3-1 de salida, con el regreso de Trigueros formando tándem inédito en la zona ancha, con Toko Ekambi en banda derecha, Fornals de enganche y Cazorla jugando más por dentro en la izquierda. Gerard era el único delantero. El Villarreal logró minimizar los errores al máximo, salvo una indecisión a los seis minutos de Funes Mori que Ibai aprovechó para dar el primer susto, con un envío al palo con toda la portería para él.

FORNALS Y GERARD, HORAS BAJAS / El partido era rocoso y feo, con intensidad pero sin presencia en las áreas. El Athletic no se parecía en nada al que el Villarreal ganó con facilidad en San Mamés. Y el Villarreal había mejorado sus prestaciones defensivas, pero no lograba llegar ni una sola vez al área vasca con soltura. Fornals, cayendo en la precipitación que era el desencadenante del error, y Gerard Moreno, un quiero pero no puedo constante, dibujaban al Submarino en su juego ofensivo. Y con los leones domados en ataque, el conjunto de Luis García observó como la fortuna le volvía a dar la espalda. Ayer se unió el gol en propia puerta. Un centro de Córdoba fue mandado con la fuerza del mejor delantero centro a la red, pero no por un ariete vasco sino por Jaume Costa, que casi tropezó con el balón. El colmo de los colmos y la muestra de que este Villarreal nunca juega con el factor suerte a favor.

Tampoco el arbitral. Undiano Mallenco, posiblemente una designación poco conveniente para un partido de esta importancia, siempre se decantó por los rojiblancos. Su influencia no llegó a jugadas decisivas, pero sí fue un hormigueo constante de pequeñas decisiones que perjudicaron a los amarillos —desigual criterio en las tarjetas o la permisividad en la reiteración de faltas del Athletic—. Y no era disculpa, porque los groguets tampoco inquietaron a Herrerín. Lo que en condiciones normales hubiera sido un 0-0 al descanso se convirtió en un 0-1, que metía más presión a una caldera ya muy llena, como la que lleva a cuestas el Villarreal.

Luis García se vio obligado a mover piezas. Tardó en reaccionar, pero acertó. La salida de Chukwueze y, sobre todo, de Pedraza dio más mordiente y llegada. Ambos ejercieron de bomberos y Cazorla encontró más socios con los que poder departir de fútbol. La conversación del asturiano con el balón fue más fluida a partir de entonces.

El Athletic contó con la colaboración de Undiano. Las interrupciones fueron constantes y cortaban el ritmo de los amarillos. Los nervios revalorizaban un choque tan tenso como intenso y con un fútbol tan tosco como rudimentario. Solo Cazorla hacía honores al balón y le trataba con cariño y respeto. Y hasta hubo que echar mano de Bacca, ya que Gerard sigue tan voluntarioso como desacertado. Hasta que llegó Pedraza con una internada por su carril zurdo y un centro de esos que señalan peligro nada más salir de las botas. Toko Ekambi, in extremis y con la puntera —y, posiblemente, el empuje de toda La Cerámica— enviaba el balón a la red. El 1-1 equilibraba el partido y valoraba con mayor justicia lo que había pasado en el campo.

SUSPENSE CON EL VAR / A partir de ahí, el Villarreal derrochó corazón, pero en detrimento de su equilibrio táctico. El partido entró en un intercambio de golpes más peligroso para los amarillos que para los vascos. Y se preparaba otro final de infarto, como hace dos semanas ante el Getafe. Esta vez no alcanzó el nivel de tragedia para los amarillos, aunque casi. El VAR revisó una jugada que acabó en gol de Williams y que no fue otorgado tras un largo suspense. El Villarreal volvía a estar atrapado por sus nervios. Una semana más, La Cerámica no vio ganar a su equipo, aún enfangado en zona de descenso. Sufrir y sufrir. Ese será el sino hasta el final. Preparen los corazones, que vienen curvas.

LUNES

21 DE ENERO DEL 2019

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