En verano, los lectores de Mediterráneo ya rindieron varios días el significado homenaje a Lorenzo Ramírez, como dibujante y cronista gráfico, al que buscaban para disfrutar de momentos agradables con sus dibujos, a los que acompañan mis escritos durante varios años y hasta hoy mismo, primer día de septiembre.

Él formaba parte muy importante de esta sencilla pareja que lucíamos los dos, en igualdad de condiciones. Yo le recuerdo en todo momento, pero hoy quiero hacerlo de sus cachetes con que me obsequiaba cuando yo olvidaba alguna fecha y un hecho curioso y representativo de nuestro “campo de batalla”.

Hoy no puedo olvidar el hecho de que planto cada mañana en la playa de la Almadraba, mis días vividos y mis noches soñadas, al tiempo que construyo mis torres de arena para que el mar las vaya borrando poco a poco con sus olas.

Sigue quedando en el fondo del horizonte la huella del humo de los barcos, que me habla de seres humanos que conmigo han caminado, nadado, soñado, depositado aquí mismo sus palabras o sus canciones que yo voy descifrando.

Por otra parte, Benicàssim ofrece al visitante varias rutas para el veraneo. En todas gusta de ver como explota en los atardeceres veraniegos la alegría de la juventud ansiosa de sensaciones nuevas, que enciende chispitas de ilusión cuando en la noche, la otra gente de la siguiente generación se ponen la camisa de mangas largas y se van de marcha.

El mercadillo de los jueves es otro de los grandes atractivos de Benicàssim. Si siempre mantiene su interés, adquiere en verano la categoría de fiesta grande que se renueva en torno a una imaginaria plaza Mayor, como lugar de encuentro. Su aspecto no difiere demasiado del mercadillo de cualquier otro lugar de España, pero tiene un sabor que a mí se me antoja único, tal vez porque se celebra en un lugar tan extraordinariamente complejo, hermoso y contradictorio como es el propio Benicàssim, en el que conviven con gran facilidad gentes y costumbres tan heterogéneas.

En alguna ocasión ya he hablado aquí, desde la playa de la Almadraba, de la filmación de a Novio a la vista, de Bardem y Berlanga en el entorno del Voramar. Bueno, pues en propio y pleno mercadillo, en el mes de agosto, me solía encontrar con Juan Antonio Bardem, por ejemplo. Como ya era sabido tenía fama de ser guionista y director de cine digamos que de dura crítica social, con influencias del neorrealismo italiano. Repasemos aquellos primeros títulos como Cómicos, Calle Mayor, Varietés, Muerte de un ciclista, o su serie televisiva Lorca, muerte de un poeta.

Me gustaría recordar que Bardem desde aquella primera producción con Berlanga, también quedó prendado de Benicàssim y de las playas del Torreón, de la Almadraba y del Voramar y aquí se compró un apartamento poco tiempo después.

Paseaba cada mañana con su perrita a la orilla del mar, se daba un chapuzón tempranero y después, si era jueves, se daba una vuelta por el mercadillo para comprar algo de fruta y buscar una camiseta de verano que le gustase.

Su fuerte personalidad, se fue suavizando, pues tuve ocasión de saludarle en la librería. Y me decía: «El verano iguala a la gente. Con ropa ligera todos parecemos más iguales. Durante el invierno, en este país, destacan más las clases sociales».

Realmente es un hecho cierto.