INQUIETUDES DE UN EUROPEO

Europa ante el despertar del gigante chino

Todo indica que vamos hacia un mundo tripolar, donde el orden mundial lo dominen EEUU, China y la UE

Francesc Michavila

Francesc Michavila

La creciente pujanza de China asusta. Ese país que era visto hasta hace poco como un territorio propicio para el negocio de las deslocalizaciones industriales sustentadas en su mano de obra barata, hoy se ha convertido en una potencia mundial de primera fila. Con los EEUU y la Unión Europea, constituye una de las tres potencias principales de nuestro mundo. Pero ahora China asusta por su gigantismo y la falta de transparencia. Gigantismo en cuanto a población y crecimiento económico. Más de mil cuatrocientos millones de habitantes, que triplican a los que vivimos en la Unión Europea, con un veloz avance económico; desde comienzos de siglo su PIB por habitante se ha multiplicado por más de diez, pasando de 1.029 euros en 2000 a 10.616 el pasado año. Sin embargo, en su déficit democrático y falta de libertades se halla su talón de Aquiles, y que China pueda convertirse en 2030 en la primera economía mundial es visto como una amenaza.

El gigante chino ha permanecido dormido muchos siglos. Aislada, envuelta de enigmas y exotismo, China era un lejano destino para unos pocos europeos, acaso los más curiosos, como el veneciano Marco Polo. Gracias a él supimos de su modo de vida y cómo se organizaba aquella lejana sociedad, su riqueza y su cultura. Otro europeo, el explorador alemán Von Ritchofen, a mediados del siglo XIX, denominó como La Ruta de la Seda al corredor terrestre que había sido utilizado entre los siglos II a.C. y XV d.C. desde el este de China hasta Estambul para el comercio con Europa. El origen de su presente se describe dramáticamente en La Condition Humaine, la colosal obra de André Malraux, quien durante la guerra civil frecuentó Benicàssim.

Primera potencia mundial

Despertado de su sueño secular, el gigante chino tiene protagonismo global, gracias a su posición predominante en el comercio internacional. Tan es así que China es la primera potencia mundial en exportaciones, en 2020 por valor de 2,84 billones de euros, por encima de los 2,18 de la Unión Europea y los 1,48 billones de los EEUU. China es nuestro principal socio comercial. Las importaciones procedentes del país asiático alcanzaron en 2021 el importe de 472 mil millones de euros –principalmente de equipamientos para telecomunicaciones y ordenadores-- y las exportaciones hacia China fueron de 223 mil millones de euros, sobre todo, en coches, motores y circuitos electrónicos.

Sin embargo, no se limitan al comercio los intereses chinos. China pretende extender su influencia política por otros continentes, con una labor expansionista que abarca desde América Latina hasta África, dotándola de inmensos recursos cuyos límites resultan inquietantes por el oscurantismo que envuelve sus actuaciones y los fines perseguidos. Un ejemplo paradigmático de dicho proceder se encuentra en el proyecto del Gobierno chino de construir una Nueva Ruta de la Seda. A diferencia de aquella pasada que se circunscribía al comercio, esta actual denominación abarca cuantiosas inversiones millonarias de capital chino y la construcción de obras y edificaciones colosales y de una extensa red de infraestructuras, terrestres y marítimas. Incluso alcanzan sus planes a algunos países europeos. En apariencia, una especie de nuevo Plan Marshall para atender necesidades de los países con menores recursos, a diferencia del norteamericano tras la Segunda Guerra Mundial para las zonas devastadas en Europa, pero los chinos detrás esconden una moderna forma de colonización para disponer de abundantes recursos naturales, en muchos casos, y el apoyo de sus dirigentes en los organismos internacionales. China invierte en el aumento de su área de influencia y de los mercados para sus productos.

¿Cuál ha de ser la posición que convendría que adoptase la UE ante la nueva China? ¿Cuáles las expectativas que cabe depositar en la colaboración con ella? Todo indica que caminamos hacia un mundo tripolar en lugar de la actual potencia predominante, los EEUU, o de tipo bipolar, como en la Guerra Fría con norteamericanos y soviéticos. Así lo indica el principal indicador, el PIB anual, pues los tres primeros en el orden mundial son Estados Unidos, China y la Unión Europea, con 19,4, 14,9 y 14,5 billones de euros respectivamente, aunque el cálculo del PIB por habitante pone de relieve la gran diferencia que existe entre los europeos y norteamericanos, por una parte, 32.506 y 58.492 euros respectivamente, y los asiáticos tan solo con 10.616 euros, antes mencionados.

Obediencia a la jerarquía

China y Europa son sociedades con diferencias marcadas. ¿Puede darse una colaboración estable o un entendimiento fructífero entre ambas? Los principios que las sustentan difieren enormemente, incluso son opuestos en cuestiones fundamentales. Así ocurre con los valores que fundamentan la convivencia, la sociedad china se basa en la obediencia a quienes ostentan la jerarquía en su sistema de gobierno dictatorial mientras que la europea lo hace en la democracia, la libertad de expresión y la elección sin condicionantes de sus gobernantes. También se distinguen en el papel que otorgan al acceso al conocimiento. En los últimos decenios China ha hecho un gran esfuerzo en la creación de instituciones universitarias, tal como lo prueba el ránking ARWU de Shanghái, que en pocos años ha situado 9 universidades chinas entre las cien mejores del mundo; un interés debido a la necesidad de formar profesionales requeridos por su desarrollo. Un sentido utilitarista alejado, cuando no contrapuesto, a la visión que impulsa la que conocemos como Europa del conocimiento.

El tiempo convulso en que nos hallamos precisa de buen sentido pragmático para la coexistencia entre modelos de convivencia tan dispares. Los principios sobre los que se construye un mañana para Europa son más afortunados, a pesar de las dificultades que a menudo nos hacen sentir desprotegidos.

Hijo Predilecto de Castelló y rector honorario de la Universitat Jaume I

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