BABOR Y ESTRIBOR

El Frankenstein

Basilio Trilles

Basilio Trilles

Los socios de Pedro Sánchez, los que le mantienen la peana del poder, siguen ahondando en la cruzada contra aquellos a quienes desde el partido antisistema Podemos califican de «saqueadores capitalistas», en esa ensoñación de barricada y panfleto que nos devuelve a la peligrosa naftalina de la receta marxista. Es probado mediante el estudio de los anales de la historia que la lucha sicaria contra el denominado capitalismo, proyectada en la demolición de los ricos, ha sido caldo de cultivo para el crecimiento de la pobreza. No hay más que ver en quiénes se inspiran los podemitas paladines de la igualdad, instalados en un progresismo caviar que les aboca a prácticas de vida en lo personal en franca contradicción con la bandera que agitan. Evidenciando aquello de «predicar no es dar trigo», en el más puro estilo de los gerifaltes de la extinta Unión Soviética, aquellos que vivían opíparamente a cuenta del proletariado del que se servían. Al igual que sus añorados y admirados del Kremlin estalinista hasta el ocaso de la URSS, Pablo Iglesias Turrión (no confundir con Don Pablo, el impresor que fundó el PSOE) tardó poco en agenciarse una dacha para solaz esparcimiento. La parte del Gobierno que ejerce habitualmente de oposición fuera y dentro del Consejo de Ministros evidencia furor electoral desenfrenado que crearía una situación insostenible en cualquier fórmula ajena al cóctel político del Frankenstein. Solo Sánchez es capaz de ir capeando la galerna interna que no dejará de arreciar en el Ejecutivo con más sillones y nóminas de la historia del Estado español. El bipartito de la Moncloa ha cundido en tres, y Yolanda Díaz, la inteligente comunista de diseño que mantiene en jaque a Podemos con esa entelequia denominada Sumar, en esta ocasión apoya la estrategia del partido morado y arremete contra el ministro Planas recordando que puede utilizar la ley para intervenir los precios del mercado.

Juan Roig

Algunos ministros de Podemos señalan a empresarios como Juan Roig, mostrando, sin sutileza alguna, la verdad ideológica que les da carta de naturaleza. Abriendo la veda electoral atacando, con nombres y apellidos, a los más destacados generadores de riqueza de este país. Parte del Gobierno en pie de guerra contra la más solvente clase económica en pleno siglo XXI. Vivir para ver. Al tiempo, el director de La Moncloa Pictures, míster Sánchez Pérez, tira de hechuras y rostro digno del mejor mármol de Carrara, para decir aquello de pelillos a la mar, aquí mientras siga él mandando nada grave ocurre. Todo es manejable desde la propaganda y la labia de feriante.

La ópera bufa interpretada a diario por el elenco del Frankenstein sigue mostrando las disputas entre unos y otros mientras el presidente Sánchez continúa el proceso de humanización relacionándose con diversos ciudadanos haciendo footing, jugando a los bolos, tomando café en una casa particular, cambiando impresiones con los usuarios de una biblioteca pública que el ayuntamiento socialista de Fuenlabrada cerró para que el jefe pudiera charlar con «toda naturalidad». Siempre previo casting en el que, por encima de todo, suma el carné o simpatía socialista. Las puestas en escena desnaturalizadas, Sánchez está en una burbuja y evita a los ciudadanos fuera de control, vienen a sumar el despropósito de un líder cuya único anhelo es el ansia de poder. Mientras el Gobierno se ha convertido en el camarote de los hermanos Marx y el presidente busca desesperadamente ser humanizado, el general de la ciudadanía asiste atónita a los discursos de bonanza económica, medidas de protección social y un suma y sigue de palabras melodiosas que suelen insultar la inteligencia. Siempre quedarán las urnas.

Periodista y escritor

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