AL CONTRATAQUE

El cilicio

Seguir los plenos del consistorio de Castelló no deja de ser una forma peculiar de autoflagelarse

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Vecinos y allegados en las calurosas orillas del Riu Sec, al principio el cilicio era una vestimenta incómoda, cuyo tejido procedía del pellejo de una cabra de Cilicia, región de la ahora Turquía, bañada por las mismas aguas que bañan Les Columbretes. Cubrirse el cuerpo con el incómodo cilicio, durante los primeros siglos del cristianismo, suponía hacer penitencia, olvidarse de las tentaciones de la carne o, de forma más piadosa, recordar el sufrimiento humano y martirio del Hijo del Carpintero de Nazaret. Con el tiempo, el cilicio se convirtió en un cinturón metálico, equipado con puntas o pinchitos que se clavan e incordian zonas sensibles de la piel del penitente. Alguna orden religiosa lo utiliza todavía hoy. Como todavía hoy los musulmanes chiitas se autoflagelan, durante las celebraciones de la Ashura, en señal de luto para recordar el martirio del nieto del profeta de La Meca.

Autoflagelarse o colocarse un cilicio son acciones voluntarias. Como de forma voluntaria ha seguido uno los plenos del consistorio de la capital de la Plana durante los últimos cinco años. No deja de ser esto último una manera peculiar de utilizar el cilicio el último jueves de cada mes, con el añadido de los plenos extraordinarios. Normalmente no acude uno de forma presencial a los plenos; los sigue en directo o diferido por las redes sociales. En escasas ocasiones acude uno de forma presencial a los plenos. En una de esas raras ocasiones, y al finalizar la sesión, se le acercaron para saludar un edil del equipo de gobierno y otro de la oposición municipal; nos saludamos de forma amistosa y relajada; sonriendo les dije que eran unos pesados, y los dos, y al unísono, respondieron con otra sonrisa e indicándome mi carácter de masoquista.

Voceros mediáticos

Son anécdotas relajadas fruto de la vecindad o proximidad que se disfruta por estos pagos, en este Castelló de nuestras alegrías y pesares, donde la tensión política en la calle es escasa o inapreciable. Porque aquí solemos seguir la misma pauta que siguen nuestros conciudadanos en el País Valenciano y en el resto de las calurosas Españas: la inmensa mayoría del personal es poco propensa a la crispación o el extremismo. Otra cosa son los plenos municipales o cilicios, o los no menos cilicios que conforman las campañas electorales, los debates, las declaraciones de irredentos separatistas periféricos o irredentos separadores centralistas, y sin olvidarnos de sus voceros mediáticos. Y es que, como afirmaban y afirman con gracejo y en valenciano nuestros labradores, estos últimos son figues d’un altre paner, que en castellano de Burgos viene a ser aquello de no confundir churras con merinas.

Temperaturas con que son un cilicio

Se me olvidaba, vecinos, si uno puede asistir a los plenos de la capital del Riu Sec, sin abandonar la sombra doméstica que lo cobija, es gracias a su retransmisión por las redes sociales en directo o en diferido. Medi TV y el consistorio que instauró el sistema telemático de asistencia realizaron y realizan una tarea meritoria. Incluso cuando uno se encuentra durante largas semanas y a miles de kilómetros de nuestro cauce seco, puede seguir el acontecer municipal en nuestra ciudad, y acudir al cilicio. Y éste facilita la observación de un ángulo, nada desdeñable, del acontecer en el ámbito de lo público. Facilita y facilitará el análisis del pasado reciente y el presente de un paralelismo cruzado, de un quiasmo en el gobierno municipal: gobierno de Fadrell/ derecha una y tricéfala/ gobierno de derechas una y bicéfala/ oposición de Fadrell. Pero vayan, vecinos del Riu Sec, por la sombra: estas inusuales temperaturas también son un cilicio.

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