LA RUEDA
De lo grande a lo pequeño
Recuerdo aquella frase que pronuncia Sófocles en su Antígona: «Numerosas son las maravillas del mundo, pero, de todas, la más sorprendente es el hombre». A lo que bastantes siglos más tarde añadiría Blaise Pascal que «el hombre es solamente una caña, la cosa más frágil de la naturaleza, pero es una caña pensante»… aunque, a veces, decimos nosotros, lo disimula.
Una y otra cosa, creemos que son ciertas, pero también lo es el hecho de que, junto a su grandeza, convive también su pequeñez. Estamos sufriendo, en buena parte del planeta, catástrofes inconmensurables, como también en otras épocas (Nihil novum sub sole, nada nuevo bajo el sol, dice el Eclesiastés), pero es posible que alguna de las causas sean propiciadas por el hombre, como las de carácter climático, pongamos por caso. Y el problema es que las soluciones son, al menos, difíciles por no decir imposibles. El caso de Marruecos, el de Libia, la DANA que aquí nos pilla más cerca, son ejemplos. Frente a la grandeza del ser humano, en otras dimensiones como las expresadas, está su debilidad y pequeñez. No somos nada. Y algunos creen ser algo. Y quedan, además, aquellos problemas concernientes exclusivamente a la función humana, como las guerras, que no son moco de pavo. La grandeza del hombre vista desde otra perspectiva con su microscópica pequeñez, pese a que su futuro puede ser esperanzador también.
Auténtico pánico
Cuando ocurren accidentes de esta índole, uno se refugia en sí mismo y comienza a reflexionar; es un aldabonazo a nuestra conciencia y a nuestras posibilidades. ¡Qué poca cosa somos…! Yo sufrí los efectos de un terremoto, una experiencia inolvidable y única en un país alejado, pero los primeros momentos vividos son de auténtico pánico. El movimiento sísmico era de intensidad media (6,5 en la escala de Richter) y afortunadamente solamente hubo una muerte cercana, aparte de numerosos destrozos materiales. Eso fue en América Central. La noche fue de infarto, esperando la inevitable réplica, que fue suave, afortunadamente. Pero los efectos psicológicos perduraron en mi memoria durante tiempo. Me sentí como una pulga a los pies de un elefante.
Ahora pienso en esa pobre gente que lo ha perdido casi todo. Emprender una nueva vida, reconstruir la suya y resurgir de las cenizas como el ave fénix. Esa es la grandeza del ser humano, pese a su pequeñez en muchos sentidos. Pero tiene muchos recursos para superar esta: la esperanza, la hermana del Sueño y de la Muerte, que lo engrandece.
Así, de lo pequeño se pasa a lo grande: extraña paradoja.
Profesor
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