AL CONTRATAQUE

Espanto y estupidez

Frente a la barbarie humana de la guerra palestino-israelí, no hay argumentos que la justifiquen

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Vecinos, amigos, allegados, conciudadanos de estas comarcas valencianas norteñas de huerta y secano, hasta las humildes márgenes del Riu Sec, en la capital de la Plana, nos llegan la consternación y el espanto de la barbarie desde esa otra orilla oriental de nuestro Mediterráneo. Este discreto escribidor, cargado de achaques, carece de la energía suficiente para detallar la situación de estos días en el Próximo Oriente, cuna de las tres grandes religiones monoteístas, y hermanas, que en el globo existen. Las noticias y las imágenes desoladoras las conocen ustedes. No es una guerra –las guerras siempre son nefastas, y no existió jamás una que fuese justa--, es una masacre y un matadero humano.

Busquen los expertos comentaristas explicación, si la hay, en el fundamentalismo religioso de los estados cercanos a Gaza y sus aspiraciones de dominio; busquen razones o argumentos, si los hay, en el conflicto, sin resolver desde hace más de un siglo y sin fecha de caducidad, entre palestinos e israelitas. No encontrarán un solo argumento convincente que justifique el espanto. Quien suscribe, tras contemplar las primeras imágenes de la carnicería, repasó la lectura del libro El judío errante ya ha llegado, de Albert Londres, un periodista de investigación, hebreo europeo, que falleció muy joven en 1932. Es un texto casi profético, donde describe de forma genial las irracionalidades que incubamos los humanos como huevos de serpiente en el ámbito de la cultura de Occidente. El olfato del periodista captó de alguna manera lo que, poco después, fue el antisemitismo de los nazis, el conflicto entre israelíes y palestinos en Tierra Santa, el sionismo laico y tolerante de unos, y el extremismo fundamentalista de ultraortodoxos en el seno de las tres grandes religiones monoteístas, de otros.

La falta de cordura

Conciudadanos y vecinos de cualquier creencia o religión junto al Riu Sec, hasta nuestro seco cauce llega también la estupidez, que viene a ser la falta de cordura para comprender, interpretar y razonar en torno a la realidad empírica que todos contemplamos. La falta de seso en determinados comportamientos públicos debería originar humor, humor imposible debido a la sangría bélica cercana. Pero, miren ustedes, a guisa de ejemplo, estos días pasados tres ediles fundamentalistas de la extrema derecha en el consistorio municipal de la capital del Riu Sec, han indicado su negativa a presidir y dar fé como testigos de los matrimonios civiles que se celebren a la sombra del Fadrí. En la capital del Turia de Plata, los cuatro concejales de la misma cuerda política también se niegan a ser testigos de bodas que no sean en parroquia de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Los del Riu Sec aducen textualmente que no serán testigos «por sus fuertes convicciones religiosas y al considerar que un matrimonio se tiene que celebrar por la Iglesia». Amén. Aunque les faltaba añadir que un matrimonio se tiene que celebrar también en la mezquita o en la sinagoga. El seso y la cordura brillan por su ausencia.

Son testigos y dan fe

Porque nuestros ediles de la extrema derecha, y fundamentalista, deberían de saber que ni el concejal o alcalde, ni el juez o jueza, ni un notario, son los celebrantes de un contrato matrimonial civil: solo son testigos y dan fe, dado que es un acto donde se contraen compromisos legales, según el Reglamento de la Ley de Registro Civil. En puridad y en las parroquias, ni un obispo, ni un cura, ni un diácono son los ministros del matrimonio católico. Son testigos de esa unión. Nada más. Claro que los ediles ultraortodoxos sin seso de València o Castelló, no aprendieron, u olvidaron, cuanto se le dijo en el catecismo: el matrimonio católico es el único sacramento donde los ministros oficiantes son los propios cónyuges. Preocupante el tema, aunque aún a años luz de la barbarie en el Próximo Oriente.

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