LA FIRMA DEL DIRECTOR

Cerramos bien el año, sin ironía

Ángel Báez

Ángel Báez

El año termina de la mejor manera. Y no es ironía. Fruto del frenesí que nos suele inundar las gargantas y cegar las entendederas durante los días de fiesta, asistimos a un festival de buenos deseos en uno de los insólitos momentos en el que, al menos, coincidimos casi todos: la ingesta compulsiva de uvas o gajos de clementinas que nos debe asomar, de la mejor manera, al nuevo año.

Y es para celebrar esta coincidencia porque últimamente andamos escasos de amplios consensos, gestos y gestas que nos unan en un propósito común. En una globalidad marcada por los sectarios argumentos es sano festejar y compartir buenos deseos sin pedir permiso o solicitar el carnet de quien se une al brindis. Lo bueno de la Nochevieja es el efímero enterramiento de las rencillas y el reset que nos autoimponemos para el año entrante. Después ya vendrán --y seguro que vendrán-- las horas y los días en los que hivernan las bondades y los loables propósitos de enmienda.

Si hay algo que nos hace a todos iguales es el paso del tiempo y la Nochevieja siempre ha sido su mejor memorándum.

La noche de fin de año merece los mejores parabienes y, sobre todo, celebrar el simple hecho de coexistir en ese caprichoso azar cósmico que es la vida. Así que festejemos y compartamos el momento y brindemos por lo que tan poco nos separa y tanto nos une. Con el deseo de que este festín supuestamente fraterno no encuentre resaca y las felicitaciones no vengan acompañadas de incómodos contrapesos, les deseo un feliz 2024. H