Todo empieza con un mapa. Un plano inédito de la ciudad de Castelló datado entre el 3 de agosto de 1910 y el 14 de junio de 1911, atribuido al arquitecto José Gimeno Almela, y que fue encontrado hace unos años en Xert, en la casa que durante muchos años había pertenecido al Conde de Pestagua. El plano estaba tan bien dibujado que cuando llegó a las manos de Arturo Zaragozá, arquitecto, doctor, historiador y durante 35 años inspector de Patrimonio de la provincia de Castellón, pensó que se trataba de un croquis mucho más reciente. «El plano refleja, sin duda, la transformación que sufrió Castelló entre finales del siglo XXI y principios del siglo XX, uno de los momentos más brillantes de la arquitectura y el urbanismo de la ciudad», apunta Zaragozá. Un mapa que, tras su restauración, ha sido donado al Colegio de Arquitectos de Castellón y que es la pieza central de una exposición de fotografías que muestra cómo era el Castelló de hace cien años y cuáles fueron las principales edificaciones que cambiaron para siempre la fisonomía de la ciudad.

El plano muestra la silueta de una ciudad que por aquel entonces ya superaba los 25.000 habitantes y que empieza a asomarse a la modernidad. «A partir de 1865, con la Restauración, la ciudad empieza a transformarse para configurarse tal y como la conocemos hoy», describe Francisco Grande, arquitecto, experto en la historia urbana de la ciudad y profesor de la Universitat Politècnica de València (UPV). Hacia tan solo treinta años que Castelló había sido designada capital de provincia y ese hecho, junto a una época de prosperidad económica, explican la gran transformación que sufre en 50 años.

Un jardín botánico

Uno de los hitos de aquellos años fue la construcción del parque Ribalta. «Se empezó a construir en 1868 y se levantó fuera de la ciudad, en un lugar que antes había ocupado el cementerio», dice Grande, quien destaca que es el mayor y mejor conservado en su género de toda la Comunitat.

Que el Ribalta se construyera en la zona Oeste de la ciudad no fue una casualidad. Apenas unos años antes, en diciembre de 1862, había llegado a Castelló el ferrocarril, en una línea que unía València con Tarragona. ¿Y qué mejor manera de dar la bienvenida a todos los que llegaban en ferrocarril que hacerlo con el Ribalta? De hecho, y según Grande, el ferrocarril, el tren de vía estrecha Panderola (el servicio entre Castelló y el Grao entró en funcionamiento en 1888), la ampliación del puerto y las carreteras hacia Morella, Zaragoza o el Grao (el primer camino hacia el mar fue por Hermanos Bou), fueron decisivas para el desarrollo económico de la ciudad.

A muy pocos metros del Ribalta se levantó tan solo unos años más tarde la plaza de Toros. De la misma época es también el Hospital Provincial, cuya primera piedra se colocó en diciembre de 1882. «Tambié fue obra de Montesinos y se inauguró en 1907. Se trata de un edificio del racionalismo decimonónico, adaptado a las normas higiénicas y constructivas imperantes, con tipología en peine a base de pabellones», apunta el experto.

Pero hay otros muchos edificios que muestran la efervescencia arquitectónica que vivió Castelló entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Y el Teatro Principal es uno de ellos. El telón se subió por primera vez en 1894 y rápidamente, aquel edificio que tardó nueve años en construirse y costó 400.000 pesetas, se convirtió en uno de los emblemas de la capital de provincia. Y junto al Principal, el Banco de España; la Cámara de Comercio y Cámara Oficial Agrícola; la nueva Audiencia o la nueva cárcel, en San Félix.

Otros edificios que datan de aquellos años son la Casa dels Caragols o Correos. «Y también la casa de la Fundación Dávalos-Fletcher o la Fábrica Dávalos, ambas de Gimeno Michavila» relata el arquitecto. En aquella época surgen también varios espacios de sociabilidad, que servían como lugar de reunión de los vecinos. Y entre ellos destacan la plaza la Paz, la Puerta del Sol (entonces plaza de la Unión) o la plaza de la Independencia. En la Unión estaba el emblemático Hotel Suizo o los cafés Suixo y la Habana. Y, por supuesto, el Casino Antiguo.

Y de las plazas a los edificios religiosos y a los colegios. La iglesia de la Sagrada familia se acaba en 1900 y, la de la Trinidad, de estilo neobizantino, en 1915. De 1900 son también las Escuelas Pías (centro de carácter privado), mientras que los primeros centros públicos de nueva planta fueron el Herrero (1906) y el Concepción Arenal, ahora denominado colegio Cervantes.

Ensanches para el proletariado

La economía crecía, la demografía, también, y una vez derribadas las murallas liberales, en 1880, surgen los primeros planes urbanísticos de ensanche. «En realidad se trata únicamente de nuevas alineaciones trazadas entre 1885 y 1890 para un proletariado urbano, no agrícola, con una población en su mayoría de emigrantes», describe Grande. Se corresponde con los barrios de Almelar, Mestrests y Herrero. «En estas mismas fechas también se produjeron en el casco antiguo las primeras reformas interiores para acomodar a la nueva burguesía terrateniente y exportadora y a la vida social, cultural y financiera de la ciudad», señala el arquitecto, desplazándose el centro de la vida social situado entonces en Quatre Cantons a las plazas de la Paz o Unión. También se reforma la plaza Mayor, colocando el mercado en el centro.

Todas estas obras cambiaron la fisonomía de Castelló, desde una villa de labranza a una capital moderna. «Se construyeron edificios fantásticos, de gran calidad y debemos estar orgullosos», apunta Arturo Zaragozá. Unos cuantos años más tarde, a partir de la década de los sesenta, llegó el crecimiento de la ciudad en altura. Aunque eso da para otra historia.

Una muestra de fotografías abierta hasta finales de julio

Si quiere conocer al detalle cómo era el Castelló de hace cien años y cómo vivían sus gentes, lo tiene muy fácil. Hasta el 31 de julio, el Colegio de Arquitectos de Castellón, ubicado en el número 4 de la calle Enseñanza, alberga una exposición de fotografías que muestra las mejores instantáneas de la ciudad de finales del siglo XIX y principios del XX, y algunas de los edificaciones más emblemáticas de la época, desde el Hospital Provincial a la plaza de Toros o el parque Ribalta. La exposición permanece abierta de lunes a viernes por la mañana.

La pieza más valiosa de la exposición es, sin duda, el plano de la ciudad datado en 1911, y que se presentó el pasado 20 de junio. De hecho, su interés es clave para entender la historia urbana de Castelló. «Se trata de un plano de gran rigor topográfico, de asombrosa precisión en el detalle y de elegante dibujo que define con exactitud la ciudad existente en ese momento y, además, proyecta unos ensanches que más tarde se cambiarían», apuntan desde el Colegio de Arquitectos de Castellón. La datación del plano la ha realizado el director del Museo de Bellas Artes, Ferran Olucha, en base al nombre de las calles.

Arturo Zaragozá, propietario del plano, lo ha donado al Colegio de Arquitectos, una donación que conlleva el encargo de la difusión del mapa y, con ello, del estudio de la historia del urbanismo de Castelló. Para ello, el Colegio de Arquitectos ha realizado una edición limitada del plano a tamaño real, a la vez que otras reproducciones reducidas para su venta.