Barraca y tangana

CD Castellón | La opinión de Enrique Ballester: Fue la hostia

Aquello que siempre pasaba a los otros nos pasó esta vez a nosotros

Celebración de un gol del Castellón en Castalia, en el partido contra el Dépor.

Celebración de un gol del Castellón en Castalia, en el partido contra el Dépor. / ERIK PRADAS

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Los cronistas solemos tender a la exageración. Ya saben: todo es histórico, épico, dramático... Cada fin de semana vendemos una decena de partidos del siglo y el martes nadie se acuerda de ellos. A menudo nos pasamos de trascendentales e intensos, pero si estuvieron en Castalia sabrán que esta vez es verdad. Verdad de la buena: tuvimos la fortuna de vivir un partido que nadie olvidará hasta que muera. 

El Castellón-Dépor fue la hostia, sin más. Fue un partido precioso: dos equipos imperfectos pero ambiciosos y dos aficiones entregadas que se mostraron sus respetos. El duelo abrazó enseguida lo emocional, sin camino de vuelta, y elevó el fútbol a su mejor dimensión. El partido fue de esos que veíamos en documentales, donde lucían victoriosos los chicos guapos de la clase, pero nunca nosotros los feos. 

Aquello que siempre pasaba a los otros nos pasó esta vez a nosotros. 

El partido fue salvaje y sentimental y destiló aroma a recompensa: la afición del Castellón aguantó años de penurias persiguiendo algo que no se sabía muy bien qué era. Ahora lo sabemos. En lo peor, uno resiste y sigue adelante con la esperanza de que algún día el fútbol le devuelva un partido así, un momento así, pletórico y feliz, que todo lo compensa.

Por vez primera en mi vida, además, el Castellón afrontaba una eliminatoria sin ser el gran favorito, y creo que es algo que se notó en la atmósfera. Nos sentó muy bien que la necesidad y la angustia fueran ajenas. Lo del Castellón es hoy más ilusión sana que ansiedad enferma.

Y lo es porque el albinegrismo siente que ahora no le va la vida en un resultado. Que la viabilidad del club no depende de subir ¡ya! o quedarse abajo. Y eso es posible por una dirigencia que ha demostrado con hechos (inversión mediante) que lo suyo va en serio, y que volver a vivir tardes así es cuestión de tiempo