Barraca y tangana

CD Castellón | La opinión de Enrique Ballester: Lo más importante es saber atravesar el fuego

En el descanso del partido del Castellón en Murcia, sabíamos que nos esperaba una tonelada de sufrimiento

Equipo y cuerpo técnico, segundos después de ganar en Murcia.

Equipo y cuerpo técnico, segundos después de ganar en Murcia. / Israel Sánchez | La Opinión de Murcia

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Lo más importante es saber atravesar el fuego. Es curioso cómo funciona nuestro cerebro. Durante el descanso del partido del Castellón en Murcia, me acordé de esa frase que leí en un poemario hace un montón de años. Es lo único que retengo. Lo más importante es saber atravesar el fuego.

En el descanso del partido del Castellón en Murcia, sabíamos que nos esperaba una tonelada de sufrimiento. Para llegar al final feliz, primero había que atravesar el fuego. El Castellón ganaba cero a dos, pero llevaba ya un rato retorciéndose bajo el sol, compitiendo con un futbolista menos. No era necesario ser muy listo para saber lo que esperaba en el segundo tiempo: una hora de achaques, angustias y tormentos. Una hora de pasarlo verdaderamente mal. Sed en La Condomina, calor y falta de oxígeno. Me hubiese ido a donde fuera. 

Y no me fui por la misma razón por la que llegué hasta allí: un niño de siete años llamado Teo. Por él me hice el ánimo y volví el sábado a Murcia 21 años después de aquel desastre contra el Ciudad, en busca de otro ascenso. Por él me quedé a sufrir, pensando que ya estoy mayor para esto, y aun sabiendo que sí o sí debíamos atravesar el fuego.

Con el dolor llamando a la puerta de los recuerdos, nos retorcimos por el segundo tiempo. Lo típico: cada centro al área es un pinchacito en el alma, celebras los despejes, las disputas y los saques de banda y miras al reloj tantas veces que el minutero no avanza.

Y Teo. ¿Qué me preguntó Teo mientras el Castellón resistía valeroso y tenaz al asedio y yo pensaba que me estaba muriendo? Me dijo que se le movía un diente y me preguntó si el Ratoncito Pérez iba a los hoteles, porque íbamos a dormir en un hotel luego. Mi hijo Teo. Es curioso cómo funciona su cerebro. 

Y entonces ocurrió

Ajeno a la preocupación del diente, por lo que fuera, el Real Murcia seguía insistiendo. Con dos a tres en el marcador decretaron siete minutos de añadido. Siete minutos de suplicio. Cuando apenas faltaban unos segundos para el final, en el último balón colgado al área albinegra, el árbitro pitó penalti y el cielo cayó sobre nuestras cabezas. Pero entonces ocurrió: Gonzalo repelió el penalti, Iago despejó el rechace y Teo me abrazó muy fuerte, y mucho tiempo, me regaló el abrazo de mi vida mientras nos envolvían los gritos y las lágrimas en un nosotros eterno. Y los fiascos, los sacrificios, las renuncias y los miedos, todo tuvo sentido en ese momento.

Es el fútbol, una vida para un momento. Ese momento lo compensa todo, pero no se puede explicar ese momento. Seguro que lo sabes si alguna vez has atravesado el fuego.