Cientos de calderas, algunas en la misma calle y otras dentro de los casals y las viviendas particulares, se cocinaron ayer en el día del Ecce Homo, cuya festividad cumple esta edición sus 225 años de historia. El manjar, que antaño se ofrecía a las personas en cumplimiento de alguna promesa y en el que el cerdo y el arroz son los principales ingredientes, ha quedado hoy en día restringido al ámbito de las fallas o grupos de amigos para su disfrute particular, aunque colectivos como La Bosca sí que continuaron con la tradición y ofrecieron más de 400 platos.

Y es que, miles de vecinos vivieron con intensidad la tradicional festividad y la ermita donde se venera la imagen de Cristo ante Pilatos se convirtió en el punto neurálgico de la celebración.

MIRADA ATRÁS // Fue en 1787 cuando unos labradores, que trabajaban las tierras del boticario Francisco Mayner, encontraron un pequeño relieve cerámico con la imagen del Ecce Homo, representación de Cristo coronado de espinas y con una caña como cetro. Desde entonces, la devoción por el Ecce Homo no ha parado y se ha acrecentado con los años.

Los encargados de custodiar el ermitorio han celebrado este año la efemérides, por primera vez, con la luz eléctrica que se ha instalado gracias a los donativos de los devotos. Tere Calpe, en nombre de la administración, agradeció la generosidad de los vecinos.

La solemne misa se inició a las 10.30 horas y estuvo cocelebrada por los sacerdotes Pedro Cid y Arturo Petit y, al finalizar, los fieles burrianenses pudieron venerar la imagen original del Ecce Homo.

Por su parte, la tradicional feria con sus paradas de dulces y juguetes quedó instalada un año más uniendo el núcleo urbano de Burriana con el ermitorio, situado a 1,5 kilómetros en dirección al mar. Miles de personas acudieron a la cita para cumplir con la tradición de una jornada que, finalmente, quedó algo empañada debido a la lluvia de la tarde. H