Cómo hemos cambiado, Villarreal. Hace hoy una semana que Fran Escribá era destituido tras la sonrojante goleada en Getafe y Javi Calleja ocupaba su lugar. Para hablar bien del recién llegado no es necesario criticar al que se fue, pero más allá de buscar culpables, lo cierto es que ahora se respira un ambiente bien distinto tanto dentro como fuera del club, y teniendo en cuenta que el fútbol combina actitud con aptitud en pro de buenos resultados, la primera batalla con el cambio ya está ganada.

Decía Valdano, al que no se le puede discutir su prosa, que «el fútbol es un estado de ánimo» y ayer solo había que ver los rostros en el Estadio de la Cerámica para comprobar que en la grada se había recuperado la ilusión y en el campo vuelve a jugarse con pasión. Así, ganar era más fácil. Después, se jugarán partidos buenos como el del Eibar y se perderán otros, faltaría más, pero manteniendo esta mentalidad será imposible que el Villarreal se diluya como un azucarillo como pasó ante el Getafe en el Coliseum.

Los más agoreros dirán que a Calleja le falta experiencia, que el traje de entrenador del Villarreal le viene grande. Pues bien, entre el técnico y su segundo, Quique Álvarez, acumularon como futbolistas 400 partidos en Primera tras formarse en las canteras de Madrid y Barça, respectivamente. Son por tanto gente de fútbol al cien por cien que suplirán sus posibles deficiencias con trabajo y hambre de gloria. Y si no, que se lo digan a Bakambu.