Opinión | A fondo

El retiro del presidente

Somos muchos a los que ya nos costaba digerir que el presidente de Gobierno necesitara tomarse cinco días para reflexionar sobre su futuro y decidir qué hacer con su vida. O, lo que es lo mismo, deshojar la margarita para resolver si que se quedaba al frente de sus funciones, en este caso del Gobierno de España, o lo mandaba todo a la Conchinchina. Sobre todo, nos costaba mucho de creerlo, después de que Pedro Sánchez presumiera de haber escrito un manual de resistencia dando lecciones de fortaleza, sentido de estado y de cómo sobrevivir a esa otra cara menos grata de la moneda que, a veces, es nuestra política doméstica.

Conociendo sus triquiñuelas y de lo que es capaz no ha logrado engañarnos, porque cuando uno decide irse de la política, se va y punto. No se toma cinco días de asueto para pensárselo, suspendiéndose a sí mismo de sus propias responsabilidades de gobierno, para decidir qué hacer con su futuro. Pero ya se sabe, llevamos demasiado tiempo siendo testigos de sus estrategias de distracción, de cortinas de humo, para que ahora decida hacernos culpables al resto de los mortales de una persecución personal, cuando en realidad lo que está viviendo en sus carnes es una investigación policial y judicial que afecta a miembros de su Gobierno, de su partido y de su entorno. 

Dejando de lado los sentimentalismos, me paro en el refranero popular cuando dice que «quién nada debe, nada teme» y por ello, somos muchos los españoles que opinamos que en vez de dirigirnos una simple carta, bien merecíamos el respeto de una explicación por parte del presidente, en vez de faltar al trabajo cinco días, ahorrándonos el ridículo en toda Europa.

Y en vez de ello, prefirió irse para volver, orquestando un baño de masas inexistente. Con lo fácil que le hubiera sido comparecer en sede parlamentaria para explicar políticamente y con datos, que nada debe y por supuesto que ni teme, a no ser que maneje otra información que presuntamente pueda acabar comprometiéndole. Pero en vez dar explicaciones, el Sr. Sánchez prefiere acusar a la oposición, denunciar a algunos medios de comunicación y culpar a la justicia, para justificar su huida. Eso si, jaleando a sus partidarios para revestirse de una gloria tan falsa, como efímera.

Indignación

Puede que, desde su notoria arrogancia, piense que no tiene nada más que decir al conjunto de los españoles, a los que solo quiere a su servicio, pero al menos debería de hacerlo a sus propios votantes y concejales de pueblo, aunque en su escala de valores no se encuentren en su lugar preferente. Y es que hace tan solo un mes, el presidente del Gobierno, dentro del fragor del debate político pronunció unas desafortunadas palabras, con las que denostó el noble trabajo que realizamos los 67.031 cargos municipales electos de los 8.131 ayuntamientos que existen en España, provocando la indignación de concejales y alcaldes, incluso a los de su propio partido, y ya por eso merecería dimitir.

Y es que, en estos tiempos en que Sánchez ha conseguido que se mire, más que nunca, a la política con desconfianza, nos corresponde demostrar a los de pueblo, que hay otra forma de hacer las cosas. Y, desde luego, no lo es organizando una escena de cinco días de duración con escenario y guion premeditado. Es hacerlas con humildad, entrega y vocación. Con dedicación, con responsabilidad, coherencia, fiabilidad y compromiso. Y eso es lo que hacemos desde ese municipalismo que desprecia y al que carga de competencias sin la financiación justa para abordarlas. Porque aunque no lo quiera reconocer, desde cada uno de nuestros pueblos y ciudades, trabajamos para mejorar la vida de nuestros vecinos y, así, también construimos España.

Carta de Sánchez

Pero volviendo a la carta que recibimos de parte del presidente, no seré yo quién cuestione el derecho a la reivindicación de lo privado, y a los sentimientos de las personas, pero convendrán conmigo que una carta dirigida a los ciudadanos que contiene una declaración de amor, seguida de una exagerada puesta en escena de apoyo al señor Sánchez, capitaneada por el expresidente Rodríguez Zapatero, para movilizar a los suyos, una vicepresidenta primera exacerbada en sus formas y una encuesta relámpago del CIS, pagada con dinero público de todos los españoles para que Tezanos se entere de lo que opinamos los ciudadanos, dan mucho que pensar. 

Pero con todo ello, ya hemos salido de dudas. Con un movimiento esperpéntico jamás visto, después de haber manteniendo en vilo todo un país con su retiro y meditación, Pedro Sánchez ha decidido no renunciar al poder y a la Moncloa, dejándonos a todos, tanto partidarios como detractores de su política, casi tan perplejos como ruborizados. Aunque a estas alturas ya no deberían de sorprendernos sus sobreactuaciones teatralizadas y, desde ahora también, dramatizadas.