El Teatre Principal estuvo a rebosar en las dos representaciones de la zarzuela de Pablo Sorozábal ‘Katiuska’ y el público salió complacido, tanto del nivel musical como de la puesta en escena y la prestancia artística del elenco.

La orquesta estuvo correcta, si nos olvidamos de algunas notas falladas por los metales y en sus filas cabe agradecer el arpa, que tiene muchas intervenciones y que en muy escasas ocasiones hemos visto en el foso del Principal y la balalaika en el ‘Ukraniano’ y en la ‘Mujer rusa’. Y ya que hablamos de este fragmento bueno será referir que se interpretó medio tono bajo, según una edición crítica que manejó el director Carlos Pascual, y que se debe al nieto del compositor con la que discrepo, pues en la partitura editada el año del estreno está en DoM y asimismo las cuatro ediciones fonográficas dirigidas por el autor, lo cual me produce extrañeza que una edición crítica no respete la voluntad manifiesta del maestro donostiarra, que no era nada partidario de los transportes tonales.

Muy digno el montaje del decorado, con dos alturas, tal y como pide el libreto, así como adecuados los vestuarios y la situación de coros y personajes. Rafael Lloret se apunta el tanto más importante que podemos referir en sus producciones líricas. El tenor Jesús Álvarez y la soprano Sandra Ferró de bellas voces, aunque no grandes, cantaron con un lirismo muy romántico, haciendo uso de las filaturas y portamentos, lo que ofreció un talante muy emotivo a sus intervenciones. El barítono Manuel Más, de emisión amplia, compuso en lo escénico un comisario de gran autoridad que se hizo aplaudir en su solo del final del dúo.

A destacar el grupo de actores cómicos que arrancaron en muchas ocasiones las carcajadas del respetable, debiendo señalar el idiomático catalán de Joan Prades, el lujo de las voces de Salomé Rodríguez muy pizpireta, Marian Torres que solventó un papel nada adecuado a su imagen y Antonio Verchili y la comicidad de Santi López y Rafael Lloret, que dirigió y pisó la escena. H