Ya no se habla de ellas, de bandas latinas como los Latin Kings o los Ñetas, pero siguen estando aquí. Y emergerán otras, que abrirán más el abanico de nacionalidades. Carles Feixa, director del proyecto europeo Transgang, que investiga la mediación en grupos juveniles, avisa: «El caso de los menas --menores no acompañados-- es una bomba de relojería que explotará en pocos años. Hay que prevenir y actuar con valentía, no de forma reactiva». Son adolescentes que están solos y buscan apoyo en sus iguales. «El grupo pasa a ser su segunda familia y les da un prestigio simbólico. No se trata de un problema policial, sino social», explica.

Durante la primera década del siglo, las bandas latinas constituían más del 90% de los grupos callejeros en las principales ciudades españolas. La estela de aquellos pioneros la siguen ahora inmigrantes norteafricanos, subsaharianos y europeos, que ya representan el 20% del total.

El experto observa el cambio en la gestión de las bandas como un error. «La policía afirma que ha desintegrado las bandas descabezando a los líderes, pero no es así. Otros jóvenes toman su lugar con el agravante de que no tienen la experiencia dialogante que tenían los cabecillas ahora encarcelados. Suben adolescentes inmaduros y se disparan las peleas, los conflictos e incluso asesinatos como ha sucedido no hace mucho en Madrid», dice.

Las bandas, enfatiza Feixa, son una «escuela de vida que se transmite de generación en generación». Con los adultos en la cárcel, ¿qué hay que esperar de los menores? Equipararlos a los grupos criminales es gravísimo. Si a un joven que trapichea con hachís le metes en barrotes, le destrozas la vida». Para el catedrático, la única solución es posible es invertir en su futuro, como se ha hecho en Medellín (Colombia).

LA REPRESIÓN ES «INÚTIL» // David Brotherton, docente de la City University de Nueva York, coincide en que «las leyes represivas son inútiles, las cárceles se llenan de presos y eso es un fracaso del sistema». También es partidario de «escuchar a los jóvenes y aprender de su significación».

Para Javier Bonomi, presidente de Fedelatina (Federación De Entidades Latinoamericanas de Cataluña), el pronóstico, vaticina, es malo. «Tenemos un fracaso absoluto con la segunda generación. Ya se han visto problemas gravísimos en Francia y Gran Bretaña. Les condena su origen», alerta.

Actualmente, «estos grupos son muy desconfiados», sostiene Katia Núñez, antropóloga que estudia bandas como las de los Trinitarios o Domenican Don’t Play (DDP). Asegura que faltan «recursos» y «educadores de calle» y los chavales se ven abocados a vivir de okupas. «Hay que acompañarles y motivarles para que hagan cursos de formación que les de rápido acceso a un empleo», agrega. «No es que no quieran hacer nada, es que no saben cómo hacerlo», aboga, quien también rehúye de la mano dura.