Querido lector, el resultado y las consecuencias de las últimas elecciones generales han dejado medio inquieto o mosqueado, por decirlo en términos coloquiales, a más de un militante socialista de buena voluntad. Me refiero, para se entienda y no se preste a confusión, que si el resultado (mejor de lo esperado) fue malo, encima deja una composición que hace difícil el engarzar un gobierno estable. Aunque no todo terminó ahí. Días después, aparecen algunos de los llamados barones territoriales y, antes de explorar la obligación de construir un gobierno de progreso de acuerdo con la voluntad soberana de los votantes (en defensa de la mayoría social o el bien común), empiezan a hablar de líneas rojas, de la inconveniencia de pactar con Podemos... Circunstancia que, en honor a la verdad y aunque pudiesen tener alguna razón (no creo en la teoría de la mala fe absoluta), dejó medio descolocados e indignados a los afiliados y, al tiempo, hizo aparecer al secretario general, Pedro Sánchez, como alguien sin responsabilidad o capacidad para decidir. Incluso al empezar a hablar de la urgencia del próximo congreso del PSOE se transmitió la imagen de que si hubiesen nuevas elecciones ya no debería presentarse el secretario general, Pedro Sánchez, como candidato. Duro, pero cierto. Y es que, aunque no fuese ese el objetivo, esa es la impresión que se ha derramado ante la afiliación y la sociedad. Por cierto, con ánimo de decirlo todo, cabe señalar que, en estos días también han aparecido Felipe González, Corcuera, Leguina, Bono y, todos estos, absolutamente todos, después de declarar anatema a Podemos piden algo parecido a que se deje gobernar al PP con acuerdos o compromisos de legislatura con PSOE o Ciudadanos. Mas o menos.

Querido lector, no niego que lo que dice y quiere esta gente puede ser fruto de la buena voluntad. Pero, sin duda alguna, además de imposible (los del PP y sus políticos son los otros: los de la corrupción, la economía austericida, los recortes del Estado de bienestar, la reforma laboral...) no es conveniente (por decirlo de manera suave, el partido se debilitaría). Menos mal que el secretario general, Pedro Sánchez, va a intentar otra cosa: una negociación con luz y taquígrafos para explorar la posibilidad de un gobierno de progreso con apoyos de Podemos y Ciudadanos (aunque es evidente que no es fácil) y, si cuaja, la decisión final se consultará a los afiliados. Menos mal, repito, que ante un situación difícil alguien ha recuperado la política. Sencillamente porque, la política, en democracia, es argumento, contraste y debate en el marco de la participación y decisión colectiva. H

*Experto en extranjería