La pandemia generada por el coronavirus ha convertido al mundo en un enorme circo donde el rigor y la objetividad en las noticias no ha sido todo lo modélica que se hubiese deseado. La cantidad de información a la que estamos expuestos sobre cualquier tema es infinita, con lo que el reto no está en creer o no en ella; lo realmente complicado es decidir qué información está menos alterada con el fin de no arrastrarnos a la intoxicación, pues cuanta más información contradictoria recibe el cerebro, más cuesta poner orden y pensar, con el consiguiente embotamiento de la razón. La RAE define pensamiento como la facultad de pensar, y crítico como la capacidad de analizar un tema bajo un criterio propio. Unificando los dos conceptos podríamos decir que el pensamiento crítico es la capacidad del ser humano para analizar la información respecto a un tema determinado, intentando esclarecer la veracidad de dicha información para llegar a crear un criterio propio, ignorando los posibles sesgos externos.

De una forma análoga a lo que proponía el físico, matemático y padre de la filosofía moderna René Descartes, se trataría de dudar de informaciones, dogmas y axiomas absolutos hasta que podamos darles veracidad o por lo contrario ignorarlos. Con ello, se busca una idea justificada de la realidad y no aceptar ciegamente lo que otros digan, pues, con frecuencia, lo que se nos cuenta puede ser una falacia, una opinión ladina o una información vertida con interés oculto. Necesitamos ejercer el pensamiento crítico para decidir mejor y para vivir con mayor serenidad, sin el estrés de la información negativa. Tanto es así que se considera el pensamiento crítico como la segunda habilidad más importante a desarrollar (tras la comunicación asertiva) para adaptarnos a nuestro entorno, debido a la proliferación de noticias falsas.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)