FIRMA INVITADA

Miguel existió y era mi amigo

Vicent Zaragoza

Vicent Zaragoza

Querid@ lector@, a veces la realidad es tan poderosa e impactante que aparta la previsión y me impone el tema sobre el que debo de escribir en este pequeño rincón. Particularidad que comento porque viene al caso. Y es que, el sábado pasado, a la puerta del Mercadona de la playa de Moncofa, se me acerco un amigo y entre lágrimas y sollozos me dice : «Vicente, Miguel ha muerto». Se refería a que su hijo Miguel, que hacía años que sufría de esquizofrenia, había muerto de un infarto súbito. Un Miguel alegre y simpático al que conocía porque vivía con su padre en la playa y, también, porque su padre, lejos de esconderlo, iba con él a todas partes y lo integró en el paisaje social. Un Miguel que, posiblemente porque me había oído hablar con su padre de política, cuando me veía me comentaba las cosas que solía hacer pero, además, me preguntaba por «cómo van los otros y los nuestros». Un Miguel que por el desgarro y el dolor con el que me contaba su padre la desgraciada noticia, debió de ser alguien muy amado y, sin duda alguna, ahora estaba comenzado a ser muy añorado.

Así es que, después de esta vivencia me prometí aprovechar cualquier evento público en el que participara para decir algunas palabras, por obligación moral, sobre la salud mental. Por eso, esa misma tarde, antes de presentar en el Palau de Vivel de la Vall d’Uixó la conferencia sobre Marcel Proust, dije unas palabras sobre Miguel y, al tiempo, las aproveché para presentar mi respeto y afecto a las familias en las que algunos de sus miembros tengan problemas de salud mental y exigir, de las instituciones, los medios suficientes para afrontar con dignidad el difícil problema. Por cierto, sé que estas palabras no cubrirán el vacío ni el dolor que la ausencia de Miguel deja entre los suyos, pero sirven y son suficientes para dejar constancia de que Miguel existió y era mi amigo.

Analista político

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