VIVIR ES SER OTRO

Napoleón

Carlos Tosca

Carlos Tosca

Al emperador francés se le considera uno de los personajes más controvertidos de la historia de los últimos siglos. Su impacto en este país añade connotaciones que sobrepasan el debate general acerca de su importante figura.

Todavía hoy bastantes piensan que perdimos una oportunidad única de mejora en la llamada guerra de la independencia, esa que fuera de nuestras tierras se conoce también como «úlcera española». Quizá el desastroso siglo XIX que padeció estas tierras se pudo revertir de forma sustancial de haber tomado partido por la causa napoleónica, o de perderse aquella contienda. Dicen algunos que el posicionamiento frente a la invasión, lógico por otro lado, nos hizo recular varias décadas. Defendíamos una sociedad y un modo de gobierno anquilosado, viejo, pasado de moda.

Está claro que jugar a eso que los anglosajones llaman whatif…, es decir, «qué hubiera pasado si…», supone un mero ejercicio intelectual, y que resulta del todo imposible prever el desarrollo de la historia de un modo alternativo.

La figura de Napoleón Bonaparte ha sido muy estudiada. Los ingleses, vencedores de aquellas guerras (pues fueron varias, salpicadas de breves momentos de paz) lo presentan, en parte de su historiografía, como un villano, quizá no a la altura de Adolf Hitler, pero sí lo muestran como un personaje del cual había que librarse. Los ganadores siempre cuentan cómo fueron los hechos y, sobre todo, de qué modo gracias a ellos nos beneficiamos todos, incluso los derrotados.

Pese a la dificultad ya mencionada, pensemos durante un momento qué habría sido de Europa en el supuesto de un triunfo napoleónico. Se me erizan los pelos si pienso en una victoria nazi en la segunda guerra mundial. Pero no siento lo mismo, ni mucho menos, al imaginar, por ejemplo, una España sometida a los principios de igualdad, fraternidad y libertad a principios del XIX. También está claro que empeorar todo lo sucedido en ese siglo resulta complicado. Complicadísimo. Imposible.

Terreno estratégico

Donde encontramos consenso es a la hora de destacar el genio militar del corso. Hecho a sí mismo, medró en el escalafón del ejército revolucionario y, cuando ya ostentaba el poder absoluto, consiguió victorias imposibles, como la de Austerlitz, quizá la más destacable de su carrera. Frente a él se interpusieron austríacos, prusianos, los mencionados ingleses, rusos, españoles, portugueses… Casi toda Europa. Sus aliados sin embargo fueron mínimos y cuantitativamente desdeñables. Así que no le bastó con un buen desempeño en batallas campales, en lo táctico, sino que debió imponerse también en el terreno estratégico.

Todos en nuestra vida nos hemos cruzado con un Napoleón. Alguien que nos impactó de manera determinante y que, transcurrido el tiempo, nos ha hecho reflexionar sobre qué hubiera pasado si… Viejas parejas, familiares, amigos, maestros… Todos contribuyeron de alguna manera a configurarnos tal y como somos en el momento actual. Puede que si aquella novia no nos hubiese dejado, aquel tío nos hubiese ofrecido trabajo, el compañero del alma no nos hubiese traicionado, el profesor de tal asignatura hubiese creído más en nosotros… Todo habría sido distinto. ¿Mejor, peor? Quién sabe. Imposible saberlo. Como tampoco sabremos nunca cómo sería Europa, el mundo, si Napoleón hubiera vencido al duque de Wellington en Waterloo. Solo sé que la mayor parte de las veces, por no decir siempre, creemos que todo podría haber salido mejor, cuando no es cierto. Queremos pensar que las alternativas nos habrían vuelto más felices sin saber si los recovecos de esa otra vida imaginada la hubiesen vuelto más desdichada.

Editor de La Pajarita Roja

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